Polarizados, ¡a zafarse el tapaojos!

Arturo Guerrero
01 de septiembre de 2017 - 02:00 a. m.

Los extremos son simples, paupérrimos. La gente acomodada en una punta del hilo de la vida pierde las probabilidades intermedias. Se queda con el blanco o el negro que son los colores más contrastados y menos ricos: uno es la suma indiferenciada de todos; otro, la negación completa.

Así sucede con los polos del planeta, son témpanos distantes, lugares donde nadie vive, salvo osos, pingüinos y ballenas, animales inverosímiles que solo conocemos en fotos y documentales.

Un país cuyos habitantes se parten por la mitad, según el polo mental donde habiten, es un país polarizado: los del polo del no, los del polo del sí; los del polo paraco, los del polo mamerto.

¿Qué hay en la región intermedia? La gradación de los colores, las estaciones, la tierra caliente, las aguas termales, las chirimoyas, el trópico, el ajá de los costeños, el sumercé, la fusión de cumbia y rap, los hechos de la vida real.

La extensa gama de admiraciones y congojas existentes entre un polo y el otro es lo que se llama complejidad. Aquí está el sabor, la comprensión, la duda, la complementariedad, el meneo, la riqueza. Los polarizados se pierden de este caudal, se vuelven raquíticos.

El dogma habita en ambos extremos del espectro. El dogma apunta al modo como funciona la inteligencia ante el mundo. El dogmático es como el caballo con tapaojos para que no mire a los lados. Con esta venda el animal es presa de la única visión procurada por el amo. Pierde el conjunto, se le vuelan los pájaros.

El polarizado es un dogmático, esta es su tragedia. No hay pensador colombiano que mejor haya diagnosticado esta fosilización que el filósofo pereirano Julián Serna Arango. Lo hizo en tres fulminantes aforismos de su libro El tiempo en zigzag. La crisis de las certezas en el nuevo milenio:

“Contrasta la neuroplasticidad del cerebro con el dogmatismo de la mente”.

“El dogmatismo es irracional aunque sea racional”.

“Hay tantas racionalidades como fines”.

Cerebro-mente-racionalidad-finalidad: este cuarteto de conceptos amerita lectura repetida de estos aforismos que parecen un poema. Cada palabra pesa como oro, la argumentación se descubre en el encadenado que salta de uno a otro y que no es explícita en el libro. Quién quita que aquí yazga la llave maestra de la encrucijada nacional.

Se ha repetido que detrás de la polarización se esconde una lucha entre razón y sentimientos. No obstante, increpe usted a un uribista o a un castrochavista y encontrará con sorpresa que cada uno tiene sus razones precisamente porque tiene sus fines. El asunto no es solo de emociones.

El inconveniente consiste en la calidad de esas razones. Existen razones irracionales, son las razones dogmáticas, las que se ciegan a los matices, las de los caballos con tapaojos.

Cuando desde ambos bandos se abandona la complejidad no queda poder humano que consiga diálogo ni concordia. Los colombianos nos asemejamos a potros tercos, enfrentados desde corrales enceguecidos. Zafarnos el tapaojos: he aquí la faena del momento.

arturoguerreror@gmail.com

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