Quiéranlo o no las bodegas entrenadas en terrores infundados como el castrochavismo, el factor desequilibrante que inclinará la balanza en la evaluación del gobierno Duque y en las opciones de campañas presidenciales será ya no la pandemia, sino el proceso de la vacunación.
El manejo secretista, etéreo y acomodado del Gobierno en los acuerdos con farmacéuticas, a cuya existencia solo podemos acercarnos por fe en este país de las “anunciaciones”, no solo antepone velos a compromisos económicos, logísticos y medioambientales, sino a componendas políticas sustentadas en “declaracionitis” presidenciales, merced al papel limitado del periodismo, pero también sumiso como altoparlante de versiones oficiales.
Son hechos alternativos para calmar la ansiedad ciudadana —entrenada en el miedo a cifras y cuarentenas— y caldo de cultivo para la asunción de cualquier método o tratamiento que suene a curación, como pasa en redes sociales.
Por eso, el Gobierno pone ahora toda la carne en el asador, admitiendo pruebas de vacunas incipientes —como la australiana Clover— o compras privadas, al decir del minsalud, por si en el segundo semestre la explosión de ofertas le puede arreglar el caminado. Y desde ya construye una salida de emergencia con el consuelo de tontos por la demora general en entregas.
Así lo entiende la oposición, en boca de Gustavo Petro, que pide participación en decisiones sobre la vacuna, y así lo solicitan expertos variopintos, habida cuenta de tardanzas y desaciertos del presidente y su corte.
Una moneda al aire, sin duda, teniendo en cuenta el comportamiento impredecible de la pandemia y factores concomitantes como desigualdad en el acceso, deficiencias logísticas y la inveterada falta de ejecución, ambiente propicio para corruptelas y tráfico de influencias, como ya se barrunta.
No sorprenderá que, una vez vacunados —serán los primeros saltándose la fila—, quienes decidan lo hagan con el ojo puesto en 2022 y nos contagien con propaganda política en detrimento de pedagogía e información verificable.
Estarán en la misma bolsa la vida y la economía. ¿Volverá a imponerse el miedo, esta vez por otros medios?