Populismo colombiano en transición

Alvaro Forero Tascón
09 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.

Al populismo de derecha se le agotó la bandera contra la “élite política corrupta” y está girando hacia el populismo socioeconómico. Las propuestas de Álvaro Uribe durante esta legislatura han sido principalmente sociales: prima adicional, aumento salarial, subsidio pensional desde el nacimiento.

La pregunta es si el populismo de izquierda seguirá recogiendo la rabia que sembró el de derecha, y que se le devolvió como un bumerán, y logrará llevarlo también contra la élite económica. Hay varias concepciones del populismo, por eso es tan difícil de definir. Se dividen principalmente entre las de izquierda que lo conciben como un fenómeno positivo, las que desde la derecha lo consideran negativo y las que lo ven como negativo pero susceptible de usarse desde la derecha y la izquierda. La más común es la aproximación socioeconómica, que lo entiende como políticas económicas irresponsables. La que considero que mejor explica el populismo contemporáneo es esta de Cas Mudde y Cristóbal Rovira: “Una ideología delgada que considera que la sociedad en el fondo está separada en campos homogéneos y antagónicos, el pueblo puro versus la élite corrupta, y que argumenta que la política debe ser la expresión de la voluntad general del pueblo”. Se puede agregar que el líder populista se presenta como la encarnación de esa voluntad general del pueblo, especialmente cuando, como en América Latina, le agrega el redentorismo y el mesianismo propios del caudillismo.

En 2002 el uribismo derrotó al bipartidismo de casi 200 años, más que con una oferta de derrotar a las Farc —que no estaban en el tarjetón electoral—, con la promesa de reemplazar a las “élites políticas corruptas” que por haberles entregado el Caguán a las Farc habían sumido al país en una crisis económica y de seguridad (Serpa apoyaba el proceso de paz de Pastrana). En 2014 la promesa fue otra vez reemplazar a las “élites políticas corruptas” que les estaban entregando el país a las Farc. En 2018 el discurso populista estaba agotándose por el desarme de las Farc, pero la ferocidad de una oposición populista de seis años contra del sistema político y las instituciones había engendrado una respuesta populista de izquierda, de la misma manera que los populismos de Donald Trump y Bernie Sanders vienen retroalimentándose desde 2016. En 2018 el uribismo abrió un nuevo frente, el antipopulista, para recoger el temor al castrochavismo que, decía, representaba Gustavo Petro.

La estrategia fue dividirse entre un gobierno antipopulista y un partido de gobierno populista. Buscaba combinar el apoyo popular emotivo basado en la oposición a los partidos “santistas” propaz con el institucionalismo que exigían los votantes anti-Petro, especialmente la élite económica que se había quedado con Uribe en su puja contra Santos y la élite política.

El uribismo viene girando hacia el populismo socioeconómico en vista de que desaparecieron los elementos que permitían su combate a la “élite política corrupta”. Porque ahora no solo es la principal élite política, sino que ha tenido que renunciar a la “no mermelada” y darle participación a la porción clientelista de esa élite.

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