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Populismo y crisis

Armando Montenegro
23 de agosto de 2008 - 06:46 a. m.

El fuerte deterioro de la economía internacional es la principal causa de la desaceleración del crecimiento de Colombia (cerca de 4% este año). Las mejores previsiones dicen que los problemas de Estados Unidos, Europa y los principales países emergentes están apenas comenzando.

Nouriel Roubini, profesor de NYU, quien ha acertado en sus predicciones sobre la crisis en marcha, afirma que estamos ad portas de una severa recesión internacional. El 2009 no será bueno.

Hace más de un año, la Comisión del Gasto, presidida por Rodrigo Botero, advirtió que la economía colombiana debería prepararse para el final de la fiesta. Señaló que si una recesión externa cogía desajustada nuestra economía, los efectos serían lamentables. Esto fue lo que sucedió a finales de los años noventa: una crisis internacional encontró a Colombia con enormes desequilibrios; vino una grave recesión, aumentó la pobreza y la distribución del ingreso se hizo más desigual.

Fedesarrollo y los analistas más serios del país le vienen sugiriendo al Gobierno que ajuste sus finanzas y que colabore con la reducción de la inflación (el impuesto a los pobres, por excelencia). Fedesarrollo piensa que los gastos deben reducirse por su monto excesivo y por el infundado optimismo en la estimación de los ingresos.

El Gobierno se niega a escuchar las señales de que se está incubando un serio problema internacional que puede dañarnos.

En contra de la evidencia de que son los pobres quienes más sufren en medio de las  crisis, el Presidente afirmó en un consejo comunitario: “Prefiero cerrar el déficit social antes que el déficit fiscal”. Y esta semana, en un foro empresarial: “Se debe aplazar el equilibrio fiscal, pero avanzar en la equidad social”.

Estas frases, que comparten el tono de las pronunciadas por tantos caudillos latinoamericanos, de Perón a Hugo Chávez (“se debe pagar la deuda social antes que la deuda externa”), son desatinadas y erróneas. No sólo porque son los pobres quienes más sufren en medio de las recesiones y más se empobrecen con la inflación, sino porque el déficit fiscal colombiano eleva la desigualdad. 

Una parte importante del déficit se origina en la reducción de los ingresos tributarios a causa de los regalos, exenciones y canonjías a los contribuyentes más ricos. Y buena parte del denominado gasto social no tiene un impacto significativo sobre la pobreza. La escasa calidad de varios programas sociales, un hecho confirmado por distintas evaluaciones, impide que la plata llegue a los más pobres.

Hay desorden en el diseño de la política económica. Los ministros de Agricultura y Comercio pontifican todo el día sobre la inflación y las tasas de interés y atacan al Banco de la República. El Presidente fija la política fiscal en sus foros y discursos. El Ministro de Hacienda, mientras tanto, carece de un espacio para fijar sus criterios en materias que deberían ser de su jurisdicción. 

Y, para cerrar un círculo de desconcierto, una parte del sector privado, desorientada y malhumorada, ha perdido el rumbo y hace parte de un juego camorrista que le puede costar muy caro (Juan Carlos Echeverri dice que algunos empresarios acusan a Jota Uribe de haber causado la crisis internacional que hoy los golpea).

Hace falta sensatez y buen juicio. Un buen diagnóstico de lo que está pasando debe comenzar por entender el sombrío entorno internacional y comprender su previsible impacto sobre la economía nacional. Está en marcha una profunda crisis que ya ha hecho mella sobre los resultados domésticos y que infortunadamente seguirá pesando sobre las cifras nacionales. No es hora de imitar a Perón y a Chávez.

 

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