¡A por ellos!

Pablo Felipe Robledo
29 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

Pasan las décadas, generaciones, gobiernos y escándalos y nada que logramos erradicar la corrupción.

Las razones son muchas. Al final, todo parece terminar en el hecho de que, por una u otra circunstancia, somos un país de cafrestal y como lo sentenciara el maestro Darío Echandía, ilustre pensador y político liberal.

La corrupción siempre ha sido motivo de preocupación para la totalidad de la gente en Colombia, y también para una inmensa minoría política que ve en ella el atroz flagelo que no sólo compromete la integridad ética de la nación, sino que carcome el desarrollo económico y social condenándonos, a todos, a vivir en los pesares del subdesarrollo y no en las mieles del mundo avanzado.

Hoy más que nunca, pero sobre todo en unas semanas, cuando todo se ponga color de hormiga por cuenta de este virus, que azota sin piedad a todos los países, ciudadanos y factores generadores de riqueza, nos vamos a dar cuenta de lo costosa que ha sido la corrupción.

Cuando no fluya el dinero para auxiliar a los más vulnerables, cuando colapse el sistema de salud y cuando desaparezca el empleo por cuenta de que el Estado no puede subsidiar o financiar más a los empresarios, vamos a lamentar no haber tenido, como país, los pantalones y el cerebro bien puestos para enfrentar a los corruptos. Haremos cuentas y concluiremos que con toda la plata que se han robado el Estado tendría hoy como solventar mejor esta crisis. Todo por cuenta de los políticos adictos a la corrupción y sus socios del sector privado que, como aves de rapiña, nos han arrebatado lo que a todos nos pertenece, castrándonos el derecho a vivir mejor.

A la clase dirigente parece no haberle importado que la corrupción, año tras año, se haya apoderado de billones de pesos, ni que más de once millones de colombianos hayan salido a votar para reclamar acciones en la lucha contra la corrupción, tampoco el ser percibidos como el país más corrupto o que cada día se destape un escándalo que, inocentemente, consideramos es insuperable. Tampoco nos hace pellizcar ver cómo mientras millones de personas están atrapadas en la pobreza, los corruptos viven en sus mansiones y se pasean como ídolos por revistas y fiestas del Jet Set Criollo sin ni siquiera sonrojarse.

Durante mucho tiempo este país ha sido un corrupto inmutable y por ello,no es de esperar que, en esta época de pandemia, quienes manejan los recursos públicos y sus amigotes decidan no robárselos cuando supondrán que, incluso, ahora es más fácil.

Por ello hemos recibido con agrado al bloque élite que, contra la corrupción, han puesto en marcha los entes de control así como los resultados reportados en estos días. Duele mucho que sea precisamente en estos momentos de dificultad, de enfermos, de muertos, de pérdida de empleos y de desestabilización de la vida que los bandidos, ratas irredimibles diría yo, estén aprovechando esta pandemia para quedarse con su tajada. Ojalá a estos bandidos, cafres diría Echandía, este país los haga pagar por cada centavo que se roben.

Adelante fiscal, adelante procurador, adelante contralor: ¡A por ellos!

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