Por protocolo

Antonio Casale
28 de abril de 2020 - 03:00 a. m.

Cuando todo esto termine, si es que termina, deberían prohibir el uso de la palabra protocolo. La odiaremos, nos recordará este horrible capítulo. De hecho, si el deporte no se puede deshacer de los protocolos, en un par de años varias disciplinas desaparecerán. Aplica tanto para el aficionado como para el profesional.

Es que todo se complica al punto de producir mamera. Para la práctica aficionada de tenis, por ejemplo, que es un deporte en el que hay distanciamiento social natural y solamente hay dos personas en una cancha de 23 metros de largo por ocho de ancho, la USTA (Asociación de tenis de Estados Unidos, por su sigla en inglés) propone un protocolo que incluye zonas sociales y duchas cerradas al público, que los turnos que se pidan para alquilar la cancha sea a distancia y no de manera presencial, que las bolas con que se juega tengan dos marcas para que cada uno de los tenistas tenga contacto solamente con un tipo de ellas, no se puede hacer estrechón de manos después del partido, entre otras cosas a las que se le suma desinfectante antes de jugar, rociar las pelotas con cloro y cambiarse los zapatos al entrar y salir de la misma.

Ahora, jugar un “picao” de fútbol en el parque, o de voleibol o de baloncesto, parece hoy una película de ciencia ficción. Será imposible por mucho tiempo. Los protocolos para jugar fútbol profesional, presentados por varias ligas la semana pasada, son tan rigurosos que se hacen imposibles de cumplir. Por ejemplo: prohíben escupir al piso, un impulso natural tan viejo como la pelota en este deporte. Además, hay que lavar los balones en agua caliente, entrenar en grupos, hacer test semanales para todos los jugadores, dormir en habitaciones con temperatura no menor de 21 grados centígrados y muchos puntos más, tan necesarios como difíciles de adoptar.

Los deportes que no son de contacto, como el tenis, el golf, correr y pocos más, parecieran llevar las de ganar a la hora de volver a ser lo más parecido a lo que algún día fueron. Pero una cosa es para la práctica aficionada y otra para la profesional. Son estos deportes los que dependen de la posibilidad de viajar a distintas latitudes del mundo, y mientras los vuelos estén restringidos y la gente no pueda asistir a los estadios para ver a sus ídolos, no serán viables. Algunas federaciones de tenis, como la australiana y la española, ya planean circuitos nacionales, algo que dependen de una solución definitiva al COVID-19, de lo cual nadie en este planeta tiene certeza. Hay todo un establecimiento millonario a punto de quebrar. Los esfuerzos de las distintas federaciones y empresas organizadoras de torneos lucen rigurosos, pero desesperados.

El agua está a la altura del cuello y se necesita que al menos una competición de relevancia reinicie para encontrar la esperanza. Pero, hay que tener cuidado porque peor sería tener que volver a parar, por protocolo.

 

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