Por qué Claudia

Piedad Bonnett
20 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

Los bogotanos (y también denomino así a los que, proviniendo de otros lugares, hemos hecho nuestra esta ciudad) tenemos suficientes razones para temer otro fracaso a la hora de elegir alcalde. Porque las últimas tres alcaldías han dejado mucho que desear. La última, la menos mala de las tres, ha tenido sin embargo muchos desaciertos, a los que se les suma la actitud autoritaria de Peñalosa, su terquedad y soberbia, que acaba de reflejarse por enésima vez en un tuit irrespetuoso sobre el valor de la obra de Beatriz González en los columbarios que quisiera destruir. El mandato de Petro, ya sabemos, fue desastroso: arbitrario, caótico, lleno de improvisaciones, arrogante y populista. Ni que decir tiene del de Samuel Moreno Rojas, que sabemos que subió a la Alcaldía básicamente para robar, como lo han probado los jueces.

Aun así, yo confío en que el voto proverbialmente independiente de Bogotá le apueste a Claudia López, una candidata que no está atada a las maquinarias de la política tradicional, ni sostenida por los grandes poderes empresariales. De todos los candidatos, Claudia —con un grado en Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales en la Universidad Externado; una maestría en Administración Pública y Política Urbana en la Universidad de Columbia en Nueva York; un fellow de la Universidad de Yale, y un doctorado en Ciencia Política de la Universidad de Northwestern, Chicago, gracias a una beca Fullbright— es para mí la más estudiosa y la mejor formada. Su trayectoria y su experiencia son amplias y variadas, y su programa es coherente, con un énfasis importante en la educación, en las oportunidades para los jóvenes y en la recuperación de la confianza en las autoridades que garantizan la seguridad ciudadana.

Pero además, Claudia fue promotora de la consulta anticorrupción y modelo ella misma de honestidad y esfuerzo. Nadie podría decir que ha usado recursos públicos para favorecer causas propias ni que está siendo impulsada por los grandes medios, ni por conglomerado económico alguno. Hecha a base de perseverancia y pasión en lo que cree, sin parapeto en los apellidos ni en la pertenencia a ningún linaje, es el perfecto ejemplo de que en este país clasista todavía se puede llegar alto a fuerza de estudio, disciplina y tenacidad. Valiente, no tuvo miedo —en un país donde el asesinato es amenaza de cada día— de revelar los vínculos entre políticos y paramilitares, en investigación que logró encausar a 97 congresistas. Ni tampoco se amedrentó, en una sociedad con mayorías homofóbicas, a la hora de revelar su homosexualidad y asumir públicamente su relación de pareja.

Claudia López nunca la ha tenido fácil. La derecha la odia por haber enfrentado a Uribe y desenmascarado la parapolítica, y Petro, porque no es su seguidora incondicional. Y al establecimiento le incomoda por su origen, porque le habla duro al poder y hasta por lesbiana. ¿Que grita y es confrontadora? Sí. Algo que ella puede aprender a moderar. Ya es hora, por lo demás, de que una mujer llegue a la Alcaldía de Bogotá. Si gana, quedaría demostrado que esta es una ciudad de mayorías progresistas, abierta a las diferencias, capaz de apostarle a gente que está por fuera de los círculos de siempre.

 

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