Posconflicto sin primavera

Rafael Orduz
08 de agosto de 2017 - 04:30 a. m.

Después de muchas décadas de violencia, más de las que duraron las Farc como grupo armado, se pensaría que con el acuerdo de paz y el posconflicto Colombia vive algo así como una primavera política, una nueva época de respeto por la diversidad.

Si el último tramo de violencia costó la vida de mas de 200.000 colombianos y el desplazamiento de más de seis millones, sin duda hay que celebrar la dejación de armas y que cerca de 7.000 personas no las vuelvan a utilizar. La tasa de homicidios, en lo que corresponde al conflicto, se desplomó. Debemos estar orgullosos de que la vida de miles de colombianos, civiles, militares y exguerrilleros, se preserve.

Sin embargo, escarbando un poco en lo que ocurre en las mentes y corazones de connotados líderes de lados distintos del espectro político, así como su eco en millones de compatriotas, resulta difícil identificar aires de renovación.

Si el debate en el mundo, incluida Colombia, se da entre apertura, secularidad y respeto, por un lado, y populismo de derecha (o de izquierda), exclusión (a inmigrantes, por ejemplo), negación del cambio climático, por otro, en Colombia pareciera que actores clave, de derecha, centro e izquierda, siguieran anclados en sus clichés ideológicos y religiosos de antaño.

Algunas perlas:

Dice Las 2 Orillas que los cristianos llegan con Rodrigo Rivera al alto Gobierno. Recuerda el medio digital que en el 2011 Rivera, en todo su derecho, se convirtió en Ungido de Dios. Iniciándose como ministro afirmó que “Dios será el jefe máximo en este Gobierno y quien vaya delante de las Fuerza Armadas colombianas”. Lenguaje de cruzadas, obsoleto en el mundo contemporáneo. Ahora, con el nuevo cargo, resultante del enroque Jaramillo-Rivera, se nos augura una nueva época de patrocinio cristiano. Tiene todo el derecho a pertenecer a la iglesia que desee… Sin embargo, el Estado colombiano es, ante todo, secular, independiente de confesiones religiosas.

De otro lado del espectro, impresiona el silencio de valiosos líderes de izquierda frente a la arbitrariedad de Maduro, la muerte violenta de más de un centenar de manifestantes, el atropello a la misma Constitución de Chávez y a los miembros de la ahora extinta Asamblea Nacional. Al mejor estilo de la Guerra Fría, cuando se daba apoyo irrestricto a la invasión a Checoslovaquia en el 68 de parte de las tropas soviéticas solo por afinidad ideológica, resalta el apoyo de líderes de las Farc a la Asamblea Nacional Constituyente. Oportunidad perdida de renovación del repertorio político en el posconflicto.

Alguna vez Portugal vivió la Revolución de los claveles dándole fin al oscurantismo de las dictaduras. Los españoles, a mediados de los 70, vivieron la euforia de la liberación de casi 40 años de un caudillo que regía, según él, por Dios y por la patria. Los alemanes, la de su reunificación, pese a las tremendas dificultades.

Acá, optamos, cultural y políticamente, por las trincheras, las viejas y obsoletas fórmulas que nos permiten seguir excluyendo a los que no piensan como nosotros.

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