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Preguntas inquietantes

Cecilia Orozco Tascón
23 de febrero de 2011 - 03:00 a. m.

MUCHAS REVELACIONES QUE LOS PEriodistas criollos no hemos descubierto por nosotros mismos o que hemos dejado pasar, nos serán proporcionadas por El Espectador gracias al vínculo que acaba de establecer con el superinvestigador digital Wikileaks.

No será fácil que otros medios colombianos, en especial los escritos, acepten con gallardía que la formalización de tal enlace es el mejor reconocimiento internacional a la credibilidad e independencia con que se viene manejando este diario. A mí, particularmente, me entusiasma esa veta informativa y las verdades que se desprenderán de ahí como se nota desde ya: el cotarro noticioso se alborotó con apenas dos entregas de datos de Wikileaks. La primera se publicó el domingo pasado cuando constatamos que lo que pensábamos era cierto, es decir, la vergonzosa subordinación —¿o sometimiento?— de los políticos nacionales al gobierno de Estados Unidos, vía su embajada en Bogotá, adonde llegan con reclinatorio a dar explicaciones sobre su conducta y moral, o a pedir permiso sobre los candidatos que pueden incluir en sus listas al Congreso. ¡Éstos son los que consideramos “legítimos representantes del pueblo”, válgame Dios!


La segunda se conoció hace pocas horas y es todavía más preocupante, porque tiene que ver con un expresidente de la Suprema que, aunque no fue miembro de la Sala Penal que estudia los casos y dicta las sentencias de los parapolíticos, sí era el representante oficial del tribunal que terminó siendo perseguido por esas investigaciones. Dice el reporte de la embajada del año 2006, que una fuente cuya identidad El Espectador se reserva, le aseguró que las alianzas de personajes públicos de la Costa Atlántica con el paramilitarismo pudieron conocerse por dos motivos, uno de los cuales fue el retiro de Carlos Isaac Náder, “quien había bloqueado las investigaciones previas (sobre esas relaciones pecaminosas) para proteger a los políticos de Sucre”. La embajada no opina. No obstante, transmite la información con valor agregado por provenir de quien proviene: el embajador William Wood. Pero, más allá de ese detalle, hay que admitir que el nombre de este expresidente de la Corte ha estado dando vueltas desde entonces, en casos de difícil presentación, y el país no sabe aún si el ex togado costeño es un pobre calumniado o si es un abogado de mala conducta, como otros importantes profesionales del derecho que han caído en estos días.


De Isaac Náder han dicho testigos y medios que era el gran amigo del narcotraficante Giorgio Sale y que fue quien lo relacionó con los demás magistrados. La Comisión de Acusación le archivó la investigación que le abrió por esa conducta. A Isaac Náder le adjudicaron gran empatía con el polémico hombre de lobby Ascencio Reyes, del que el gobierno anterior dijo que era un delincuente. Ahora nos enteramos del supuesto bloqueo que el exmagistrado habría activado contra las investigaciones de la parapolítica que podrían afectar a sus paisanos. ¿Será verdad o un rumor más? A propósito: el doctor Isaac Náder afirmó que viajó a Panamá “a oír (porque) tenían muchas cosas en desorden”, a los héroes de la contratación pública, señores Nule, a quienes les aconsejó “que busquen a tal persona y que hagan tal movimiento” porque él es laboralista y no penalista. Dos inquietantes preguntas al respecto: 1. ¿Es cierto que el exfiscal general de la Nación Guillermo Mendoza es socio o asociado actual de la oficina de Carlos Isaac Náder? 2. ¿Qué tiene que ver esta sociedad o amistad entre los dos juristas con el viaje que el entonces fiscal hizo a Estados Unidos para visitar a los Nule y cuál era el objeto de esa reunión?


 

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