Premio Compartir: los maestros primero

Rafael Orduz
11 de junio de 2019 - 06:00 a. m.

El Premio Compartir al Maestro cumplió sus primeros 20 años. Ha sido un esfuerzo del sector empresarial orientado al reconocimiento de una de las profesiones más importantes en una sociedad: la del docente. Son los maestros la clave en la lucha contra la inequidad por la vía de su cotidiano trabajo en pos de la excelencia.

El otorgamiento del galardón es un medio para localizar los mejores esfuerzos de parte de los docentes colombianos en su trabajo de aula. Es precedido por un riguroso proceso de selección a partir de la formulación de propuestas pedagógicas, de visitas y entrevistas directas de parte de especialistas a las instituciones educativas y, luego, de una evaluación a cargo de jurados independientes de primer nivel que, finalmente, toman la decisión del otorgamiento del premio.

En dos décadas se han recibido más de 27.000 postulaciones en los más variados campos disciplinarios y transversales. Las visitas a los docentes en sus instituciones educativas, incluyendo las escuelas más remotas y dispersas del campo colombiano, le han permitido a la Fundación Compartir conocer, de primera mano, las condiciones en las que los docentes desarrollan su trabajo.

De allí han resultado enseñanzas valiosas que no siempre están en la agenda de los tomadores de decisiones.

A propósito del proceso de paz y de los desacuerdos alrededor del mismo, no cabe duda de que los maestros, en las zonas más vulnerables, agobiadas por grupos armados, con frecuencia zonas de tránsito del narcotráfico, han sido, por décadas, agentes de paz.

Por un lado, los docentes y rectores, particularmente en determinadas áreas rurales, han sido víctimas directas del amplio catálogo de delitos en contra de la población civil. En San Juan de Nepomuceno, Bolívar, fueron asesinados, sucesivamente, dos rectores por parte de grupos armados. Por otro, los efectos del conflicto se manifiestan directamente en el aula, por ejemplo, por la presencia simultánea de estudiantes hijos de víctimas y, eventualmente, victimarios. El maestro, en tales condiciones, juega el papel de promotor de la convivencia y el respeto recíproco por la vía de sus propuestas pedagógicas y su rol frente a las familias y el entorno.

Se cree, con frecuencia, que Bogotá debe dictar la política educativa, que el centro enseña a la periferia. Se habla de competencias del siglo XXI y se procura inducir un proceso de arriba hacia abajo. La Fundación Compartir ha destacado el trabajo de numerosos docentes que, en las condiciones más precarias, bajo su propia iniciativa, las promueven. Competencias digitales en escuelas carentes de internet, lejanas de la “civilzación”, son estimuladas por maestros visionarios. Formación de ciudadanía, de respeto por la diferencia, de acatamiento de las reglas de juego y autoregulación, en fin, en las llamadas “competencias blandas”, están a la orden del día en campos y ciudades a cargo de nuestros docentes.

Los maestros son la clave en la lucha contra la inequidad.

 

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