Presidencia de Ernesto Macías, más penas que glorias

Óscar Sevillano
20 de junio de 2019 - 05:12 a. m.

Termina el período de Ernesto Macías como presidente del Senado de la República y es lamentable que el parlamentario del Centro Democrático no entendiera que al ocupar esta dignidad se convertía en el máximo representante del poder legislativo en Colombia.

Son más las insatisfacciones que deja su tiempo en el cargo que los aplausos que pudo generar; además, nos deja la lección a todos los colombianos de que no se puede servir a dos jefes al mismo tiempo.

Fue evidente el afán de Macías de tratar de complacer al Gobierno nacional al tiempo que servía a la agenda del expresidente y senador Álvaro Uribe, cosa que fue le imposible llevar a cabo porque estos dos no siempre iban por el mismo sendero, así tuvieran el mismo propósito.

Es por esto que las cosas se complicaban cuando desde el Palacio de Nariño se presentaba determinado proyecto de ley y no tardaban los tropiezos en el Legislativo por cuenta de las declaraciones salidas de tono del jefe máximo del Centro Democrático, que eran repetidas por las demás voces del partido, generando tensiones y hostilidad al interior del Senado, lo que terminaba por enredar el normal curso de los debates sin que el presidente de la cámara alta demostrara control de la situación.

De esta manera proyectos como la reforma política y las objeciones a la JEP no tuvieron éxito en el Legislativo, y en este último el desgaste del Senado de la República fue brutal. En primer lugar, por la negativa para dar inicio a las discusiones, generando una tensión entre las presidencias de Senado y Cámara al pretender frenar la actividad en la segunda, hasta tanto la primera no tomara medida alguna al respecto.

Todo este tira y afloje, para finalmente no decidir nada al respecto y terminar dejándole la decisión a la Corte Constitucional, que la echó para atrás. Por cuenta de este asunto la agenda legislativa en el Senado se retrasó, lo que no dio tiempo para discutir a fondo temas importantes como la reforma política, por ejemplo.

Durante este trámite Macías sorprendió al país con su tesis de que un texto de las objeciones a la JEP aprobado en el Legislativo no debía devolverse a la Corte Constitucional para control constitucional, lo que de inmediato levantó un nuevo debate político.

Dicen en el Centro Democrático que el período de Macías arroja buenos resultados y sacan a relucir la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo de Iván Duque, olvidando que este no fue discutido a profundidad por el Senado de la República e ignorando que se tomó la decisión de acoger el texto aprobado por la Cámara de Representantes, sin que el país fuera enterado con certeza de su contenido.

También se anotan el “triunfo” por la aprobación de la reforma tributaria o Ley de Financiamiento, a lo que personalmente no le veo mayor mérito, porque para que una administración pueda ejecutar sus proyectos, necesita los recursos necesarios. El colmo sería que el presidente del órgano legislativo no le otorgara esta herramienta al Ejecutivo.

En materia de garantías a la oposición, Macías no fue tan diligente como él mismo lo asegura. A la vista de todos los colombianos, no actuó de manera equilibrada en el debate de Odebrecht e hizo hasta lo imposible para impedir la réplica de Gustavo Petro a la senadora Paloma Valencia cuando esta mostró el video donde el dirigente de izquierda aparece recibiendo fajos de dinero e introduciéndolos en una bolsa.

En actitud arrogante le apagó el micrófono a una estudiante de la Universidad Nacional sin concederle un tiempo prudencial para que terminara su intervención, refiriéndose a la joven de manera despectiva. Tampoco quiso dar lugar a que desde la plenaria del Senado se realizara el debate de moción de censura al ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, por los llamados “bonos agua”.

Estas y muchas otras actuaciones de Ernesto Macías demostraron que nunca estuvo a la altura que su dignidad como máximo representante del poder legislativo en Colombia le exigía. Ojalá que los próximos presidentes del Senado de la República, sin importar el partido al que pertenezcan, lo tomen como un ejemplo a NO SEGUIR.

Cambiando de tema. Los actos de sabotaje a los nuevos buses de Transmilenio demuestran que a los bogotanos les importa cinco el esfuerzo que desde la Administración Distrital se hace para tratar de ponerles solución a los problemas que tiene la ciudad.

 

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