La encuesta de Gallup, después de elecciones, revela un importante aumento del optimismo. El país aguarda, sin embargo, señales del nuevo presidente sobre temas cruciales. Dentro de ellos, conseguir resultados contra la corrupción puede ser uno de los más importantes.
Estamos en un momento de cambio, aunque no sea de la dimensión y sentido que muchos esperaban. Pero las transformaciones no solo, ni siempre, se refieren a lo que la “gente”, espera. Tampoco se reducen a una promesa electoral o expectativa, para corresponder al siempre vivo interés humano por el “cambio”. Sencillamente ocurren, como en este caso, en que además de variaciones en las fuerzas políticas en control del gobierno, hemos tenido una renovación generacional que esperamos se confirme en un nuevo gabinete joven, pero con experticia técnica y política. Renovación no debe ser sinónimo de improvisación.
Sabemos que los grandes problemas del país no se solucionan de la noche a la mañana. Las mayorías que se expresaron en la pasada elección así lo interpretaron. Pero incluso la ciudadanía, incluyendo a quienes desde ahora se reclaman como líderes de la oposición que no apoyó al nuevo presidente, debe abrir un compás de espera a sus primeras decisiones.
Los compromisos de Duque con su electorado deben convivir con los de quienes no lo hicieron: ahora es el presidente de todos. Su tarea trasciende a su programa de campaña. En consecuencia, actúa responsablemente: no solo no ha hecho trizas los acuerdos si no que habla de profundizar la Paz; no solo no se refiere a “cerrar las cortes” si no que se reúne con ellas para consensuar una indispensable reforma judicial que puede incluir su reorganización y la inminente necesidad de que a los aforados, ahora y también en el pasado, se les reconozca el derecho a una doble instancia como a cualquier ciudadano en cualquier lugar del mundo.
Sin embargo existen otras promesas de campaña “amarradas” a su desempeño en el gobierno. La más compleja, seguramente, es la que se refiere a reducir impuestos a empresas e inversionistas para promover crecimiento y empleo en un escenario de déficit fiscal. ¿De dónde va a salir la plata?
La inversión y el gasto del gobierno son una palanca fundamental en la dinámica de la economía. A pesar de la regla fiscal es difícil disminuirlos sin que crecimiento y bienestar se resientan. La comisión de expertos nombrada por el gobierno saliente, integrada por diferentes sectores políticos, al estudiar alternativas encontró, con razón, que los llamados “gastos innecesarios” se podrían reducir sin ocasionar tanto daño. Aunque no lo expresaron con claridad, asumimos que se refirieron a los sobrecostos en la contratación pública relacionados con corrupción. Es allí donde debe poner énfasis el nuevo gobierno.
En una encuesta realizada por Transparencia por Colombia en 2017 entre empresarios, siendo ese auto reconocimiento seguramente su mayor mérito, estos confirmaron que pagaban alrededor del 17 % del valor de los contratos como coimas. El gobierno entrante tiene un reto muy importante que le puede ayudar a conseguir sus objetivos de gobierno: combatir, de verdad, la corrupción para reducir el gasto innecesario y evitar nuevos impuestos.
Pero se debe diferenciar entre corrupción y “mermelada”. La distribución del gasto en las regiones es indispensable. Tampoco es condenable el cabildeo realizado por congresistas para resolver problemas de sus comunidades y electores. Ese llamado “clientelismo” es propio de la democracia representativa. Veamos: ¿deben votar los ciudadanos por parlamentarios perezosos que no tramitan ante los gobiernos sus solicitudes, o, más bien, por quienes lo hacen? Ello no puede satanizarse. Se trata de política; de intereses, incluidos los de comunidades que no tienen, muchas veces, otro canal para tramitar sus demandas diferente a los congresistas que elige.
Así que el objetivo de derrotar la corrupción es, también, un objetivo de gobierno. Quienes han convertido el saqueo del erario en su modo de vida, asociado a la mala política, lo deben entender de una vez por todas. Debe ser un propósito nacional; una bandera del gobierno y no solo de la naciente oposición.
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