Prioridades para el posconflicto

Cartas de los lectores
24 de noviembre de 2014 - 03:24 a. m.

Casi todos los colombianos estamos a la espera de la liberación de los secuestrados.

El camino de la paz ya ha dejado huella y no podemos retroceder por la torpeza de unos actores que necesitan mucha serenidad. Por esta misma situación uno se obliga a reflexionar sobre lo que será el posconflicto; los expertos han planteado, en primer lugar, los costos y han hecho sesudos cálculos de lo que significará para las próximas décadas.

En efecto, sin plata segura, la paz podría esfumarse. Sin embargo, desde mi óptica de ciudadana común y corriente, considero que el principal obstáculo para continuar el sendero de la paz será el permanente brote de escándalos de corrupción en tantos frentes; por donde se mira hay sectores vitales de la sociedad convertidos en tremendas montañas de podredumbre, los más vistosos: la salud, la infraestructura, la justicia, las entidades financieras y ahora la educación. Estos son los verdaderos enemigos del proceso de paz desde el punto de vista pragmático, junto con quienes utilizan su ideología como una fijación.

Si bien es cierto que la financiación es una variable determinante, lo es mucho más la búsqueda de una estrategia que combata, de raíz, la corrupción. En esto el Estado se raja todos los días, porque todos los días le estallan en sus barbas y pensar que la solución está en sus manos en la medida que la auténtica estrategia radica en la ley, su cumplimiento. Pero estamos inmersos en círculos viciosos. A raíz de los últimos escándalos relacionados con una universidad costeña y ahora la Universidad San Martín, convertidas en vergüenza nacional, el MEN tomó una serie de decisiones que debieron tomarse hace mucho tiempo y con otras que ese mismo organismo ha detectado… pero como en la justicia… dejan pasar el tiempo hasta que se vencen los términos. ¿Cómo pensar en profesionales para el posconflicto? He ahí el problema de fondo de la educación, por lo demás, la platica, así sea poquita, pero bien administrada, logra milagros.

 

Ana María Córdoba. Pasto.

 

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