Problemas subestimados

Antieditorial
03 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

Por Salvador Iturbide Rojas

En respuesta al editorial del 22 de enero de 2020, titulado “De la influencia rusa en las protestas”.

En tiempos en que la gente se manifiesta en las calles alrededor del mundo, América Latina no fue la excepción, tras una serie de estallidos sociales hay una creciente inconformidad y el desencanto de la población hacia los gobernantes. ¿Cuáles son las causas que propiciaron el malestar colectivo? Las respuestas a esta pregunta son tres problemas subestimados: la corrupción, la pobreza y una economía con un mal desempeño, obstáculos que no son atendidos por la (deliberada o no) ignorancia de las élites gubernamentales de la vida cotidiana de la mayoría de los ciudadanos para realizar políticas públicas en relación con el bienestar social.

Una política económica basada en el gasto público dedicado a programas para paliar la pobreza, en vez de invertir en capital humano como la educación, y la corrupción que penetró en las instituciones del Gobierno, son características que contribuyen el deterioro en la calidad de vida.

De acuerdo con el Banco Mundial, se pronostica un crecimiento del 1,8 % en 2020, a diferencia de 2019 con un crecimiento en la región de solo 0,8 %. Sin embargo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) destaca un aumento en el desempleo del 8 %, la cifra más alta en diez años, y un incremento en el nivel de la pobreza en 30,8 % de la población en 2019, comparado con el 28 % en 2014.

En el documento “Panorama social de América Latina”, de la misma institución, la desigualdad por ingresos, medido por el coeficiente de Gini en una escala de 0 a 1 (donde 0 es la máxima igualdad y 1 es la máxima desigualdad), revela que los avances en su reducción han sido poco fructíferos, puesto que en 2002 la cifra fue de 0,53, y en 2018 fue de 0,47.

Adicionalmente, es notorio el agudo deterioro de la satisfacción con la democracia. A nivel regional, de un 44 % de la población encuestada que estaba satisfecha en 2008, en 2018 solamente el 24 % estaba satisfecha, según el Latinobarómetro en su informe de 2018. En el mismo reporte, el 65 % de los latinoamericanos dijeron que la corrupción había aumentado y siete países lo consideran como un problema principal: Colombia, Perú, Brasil, México, Paraguay, República Dominicana y Bolivia.

La persistencia de un insatisfactorio crecimiento de la economía que limita la reducción sustancial de la pobreza y la debilidad de las instituciones sujetas al abuso de poder, como el Estado de derecho, obstaculiza el emprendimiento de nuevos negocios, contribuyen al surgimiento del malestar social y, eventualmente, de candidatos populistas cuyas propuestas radicales fomentan la fragmentación social y ponen en riesgo la estabilidad política y económica.

Atribuir el descontento social a una intromisión extranjera no solo es absurdo, sino que también refleja la ignorancia en el entendimiento de la complejidad de los problemas de la sociedad y la incapacidad en su solución. El bienestar no es asunto político, es una tarea que requiere consenso y conocimiento para detonar el crecimiento y desarrollo económico.

 

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