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Prohibido prohibir

Cartas de los lectores
20 de julio de 2015 - 02:00 a. m.

En Cartagena, patrimonio de la humanidad, el bello Corralito de Piedra, se prohibiría en público el baile sensual.

¡Se prohibiría el bolero! En privado todo será permitido. Lo ilícito en la calle será lícito en las alcobas o en cualquier catre. El actual Código de Policía, el Código de la Infancia, las leyes de familia y el Código Penal destinan varios artículos para procurar la integridad de nuestros niños y adolescentes. En los colegios es obligatorio enseñar el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos desde el grado kínder. Y dicen que hay que hacerlo sin tapujos. El mundo es por naturaleza erótico y en la época actual se maximiza el erotismo por los medios y las redes. Las miradas eróticas, el caminar erótico, la prenda erótica, el arte erótico, la canción erótica, el baile erótico, la comida erótica. La bellísima Victoria de Samotracia es sensual y su vestido de seda humedecido embelesa al visitante. El erotismo vende y es ingenuo pensar que con una amonestación se terminará su manifestación en público y se dará libertad para rendir culto al erotismo en casa.

El mayo francés de 1968 nos dejó como legado el “prohibido prohibir”, una forma distinta de ver la libertad y el ejercicio de los derechos a la protesta. Las autoridades deben entender que la prohibición es la mayor causa del apetito y que su obligación es la de garantizar oportunidades, dar educación con valores, formar cultura de responsabilidad y cumplimiento, dar instrucción competitiva y generar canales para evitar la pobreza y sus consecuencias letales. Si se aprueba la prohibición de la champeta y sus afines, moverán las murallas de la eterna Cartagena y sus ecos llegarán a todos los rincones de Colombia.

Carlos Fradique-Méndez. Bogotá.
Envíe sus cartas a lector@elespectador.com

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