El 66 % del empleo en Colombia está concentrado en empresas que tienen menos de diez trabajadores.
De los 2,4 millones de puestos de trabajo destruidos recientemente (agosto), 1,6 millones corresponden a las microempresas (dos de cada tres puestos de trabajo perdidos).
Tenemos aquí un ejemplo en el que confluyen preocupaciones estructurales y coyunturales.
Por un lado, en lo estructural, la concentración del empleo en las microempresas refleja que la economía colombiana enfrenta barreras para alcanzar mayores niveles de eficiencia y productividad. Son las empresas más grandes, no las pequeñas, las que pueden aprovechar mejor las ventajas de la división y la especialización del trabajo, como parte del amplio conjunto de beneficios de las economías de escala.
Sin embargo, está el otro lado de la moneda. Como ocurre con la informalidad, no puede desconocerse, con realismo, que las microempresas son la fuente de empleo con la que cuenta el país. Y guste o no la forma, es a través del empleo en las microempresas que millones de colombianos tienen un ingreso laboral. El empleo en las microempresas es un tanque de oxígeno en medio de las asfixiantes fallas estructurales de la economía (alto desempleo, pobreza, desigualdad y mediocres desarrollo productivo y competitividad), resultado del descuido del Estado en su responsabilidad de promover una economía con empleo estable y de más alta productividad.
Hacia adelante, las soluciones al problema estructural del mercado laboral tendrán que pasar por políticas que impulsen sectores estratégicos, que generen empleo y que, simultáneamente, puedan aumentar la productividad laboral y los salarios. Todo, en torno a la construcción de una sociedad del conocimiento, con educación, innovación y avances tecnológicos orientados a una mayor competitividad. Y muy posiblemente la implementación de una agenda de desarrollo de ese tipo llevará a que la concentración del empleo en las microempresas sea paulatinamente menor en Colombia. En Estados Unidos, por ejemplo, solo el 10 % del empleo depende de empresas privadas de menos de diez trabajadores.
Las políticas de desarrollo productivo son claves. Eso sí, no puede perderse de vista la urgencia inmediata que tienen millones de colombianos hoy. Así, el diseño de las políticas públicas debe ser pragmático: proteger y crear empleo en las microempresas y a través de proyectos de rápida ejecución –para atender el desafío de la coyuntura– con elementos de una perspectiva clara de largo plazo (competitividad, productividad y salarios más altos, inclusión social y desarrollo ambiental sostenible).
La emergencia no da espera. Se están destruyendo las capacidades productivas y el tejido social del país. Necesitamos salvarlas ya, con agresividad, para mantener los recursos necesarios para la estrategia de desarrollo de largo plazo del país.
Coletilla. El Programa de Apoyo al Empleo Formal (PAEF) del Gobierno entregó el 37 % de los subsidios a las empresas grandes y solo el 11 % a las microempresas. A tardío y pequeño podemos sumarle al PAEF el calificativo de desenfocado.
* Ph.D. en Economía, University of Massachusetts-Amherst. Profesor asociado de Economía y director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co/blogs/gonzalohernandez/).