Protestar en grande

Oscar Guardiola-Rivera
15 de noviembre de 2011 - 11:00 p. m.

El último movimiento estudiantil de fuerza comparable al actual lideró el cambio político más importante de la Colombia del siglo veinte.

El movimiento estudiantil de hoy es mucho más fuerte pues su carácter es global. Tiene lugar en el momento en que ocurre la crisis más profunda del capitalismo desde 1930. Ello no es coincidencia. El reclamo estudiantil —la educación es un derecho social, no una mercancía— aplica en un contexto específico una verdad más universal: que no es posible extender la regla del mercado a todos los aspectos de la vida social sin con ello amenazar, al mismo tiempo y de manera fundamental, la integridad de las generaciones presentes y futuras.

De allí que ese reclamo resuene con el clamor de los estudiantes británicos que marcharon esta semana en Londres, los que bloquearon el puerto estadounidense de Oakland, los chilenos y los puertorriqueños, y la juventud europea que rechaza la postdemocracia impuesta desde las alturas por la banca y la burocracia de una Unión Europea cuyo fracaso político es manifiesto.

La razón del fracaso europeo y la protesta estudiantil tiene que ver con un fenómeno de mayor calado: la caída del sistema financiero, aún si fuese parcial, hace evidentes las consecuencias de la fe excesiva que hemos puesto en el dinero al otorgarle la función exclusiva de garantizar el funcionamiento de la sociedad. Hacer de la competencia y la ganancia los principales objetivos sociales, como ha sucedido en Europa y Latinoamérica en las últimas décadas, ha minado la confianza social. El resultado es una crisis de confianza generalizada que a su vez afecta la capacidad del dinero para cumplir su papel mediador. En la medida en que desaparece la confianza, el dinero también se evapora.

La crisis actual no es la de una moneda y su economía en favor de otra más fuerte. Todas las monedas están en crisis. Asistimos a la desvalorización del dinero como tal, y la revalorización de otras formas de solidaridad y consenso sobre los fines sociales. Pero dicho proceso está sucediendo en forma caótica. Los estudiantes decidirán cuál sea el mejor camino a seguir. Pienso, sin embargo, que podrían hacer una contrapropuesta: no poner fin al paro, sino “suspenderlo” bajo la condición de que la discusión con el Gobierno tenga lugar, sea fructífera, y se extienda.

El Gobierno debe escuchar a los estudiantes. Éstos, a su vez, deben hablar con los estudiantes y movimientos de ocupación de otras ciudades del mundo, coordinar las estrategias y hacer manifiesto su carácter global. Así comienza la construcción de una nueva arquitectura nacional y global.

*Analista y profesor del Birkbeck College de la U. de Londres.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar