Comunidad y desarrollo

Protestas y mociones de censura

Uriel Ortiz Soto
20 de noviembre de 2019 - 02:00 a. m.

Está de moda que los opositores al gobierno Duque se inventen toda clase de disculpas para amenazar con paros y mociones de censura, que después de realizados no queda sino el descontento general de quienes los promovieron y participaron.

En el Congreso de la República, que bien caro les sale a los contribuyentes, existe el síndrome de la moción de censura, producido por falta de mermelada, contratos y burocracia, con los cuales los gobiernos anteriores tenían acostumbrados a los mal llamados “padres de la patria” para que les aprobaran sus proyectos, aun sin haberlos estudiado.

Casos se han visto cuando varios proyectos finalmente aprobados por el Congreso y sancionados por el Ejecutivo pasan para su examen a las altas cortes, donde finalmente caen como pepa de guama, mientras los sufridos contribuyentes continúan esperando que se les defina la norma para proceder de conformidad.

Las protestas sociales y las mociones de censura, tal cual han venido sucediendo en los últimos meses, no pasan de ser toda una vergüenza para el país y las instituciones que las promueven, valga decir, sin ningún fundamento de causa, salvo algunas excepciones, como la del exministro Botero, que tenía que renunciar por haber ocultado la verdad al país sobre el holocausto de los niños abatidos en combate.

Para que una protesta sea válida, se requiere que esté sobre base cierta e institucional, es decir, que la norma haya entrado en vigencia. Pretender hacerla sobre supuestos es tarea de revoltosos, muchas veces pagados por las fuerzas opositoras.

Las protestas y las mociones de censura en los últimos meses se han convertido en todo un talón de Aquiles, por donde se esfuman los políticos viudos de poder y los enmermelados que están sedientos. Quieren que se les tenga en cuenta para vincular a sus pupilos a la nómina burocrática o en contratos leoninos que, para fortuna de nuestro país, en el gobierno Duque desaparecieron.

Hay que dejar en claro que las protestas, manifestaciones y así mismo las mociones de censura son un derecho constitucional que asiste a todos los ciudadanos, comunidades y parlamentarios, para que previamente organizados hagan valer sus derechos cuando consideren que les están siendo birlados.

Es apenas lógico que las protestas y las mociones de censura, bien dirigidas y orientadas a buscar soluciones a una problemática social, tienen su razón de ser, y las autoridades están en la obligación de prestar su debida colaboración para que no se desvíen de los objetivos inicialmente trazados.

Permitir que en una protesta se mezclen delincuentes enmascarados es tirar por la borda la parte programática de la misma y tergiversar su misión-visión, generándose desde todo punto de vista el caos, como vergonzosamente lo hemos visto en las recientemente realizadas.

Las fuerzas opositoras al gobierno del presidente Duque han perdido su discurso, puesto que el país está hastiado de tanta violencia y las protestas recientemente realizadas han dejado un cúmulo de desaciertos que no se compadecen con la situación tan delicada que está viviendo el país.

Considero que con las explicaciones que ha dado el señor presidente sobre las causas que llevan a los revoltosos a promover una protesta para el 21 de noviembre, esta ya no tiene razón de ser, puesto que todas han sido desvirtuadas por el primer mandatario de los colombianos.

Valdría pena que los señores promotores entraran en razón, se encontraran con la verdad, para que desistan del paro programado para el 21 de noviembre y así eviten que el país soporte nuevamente un desgaste innecesario.

A los señores congresistas, enfermos por el síndrome de la moción de censura, se les recomienda que sean más puntuales al momento de hacerlas y eviten quedar en ridículo proponiéndolas en forma inocua, porque al final de varios discursos altisonantes terminan en nada con un alto costo para el país y sus instituciones democráticas.

urielos@telmex.net.co

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