No por ser la política el arte de lo posible pero sí el arte de las coaliciones, el camino hacia la primera magistratura de la nación lo estaba allanando con una excelente estrategia, producto de su experiencia y conocimiento de la cosa pública.
Ya había alcanzado los méritos suficientes para ser “el que diga Uribe”, ganados gracias a sus gestiones exitosas en las carteras que había ocupado y también al saber esperar, una de las virtudes que poco practican quienes se le miden a esa selva malsana e inhóspita que es el manejo del Estado.