A mano alzada

Puntualidad japonesa

Fernando Barbosa
07 de diciembre de 2017 - 03:30 a. m.

La compañía de trenes Tsukuba Express, que conecta las ciudades de Tokyo y Tsukuba, se ha disculpado públicamente por incumplir con su itinerario. El pasado 14 de noviembre, el tren que debía partir a las 9:44:00 a.m., partió a las 9:43:40 a.m. Para nosotros resulta difícil entender que adelantarse 20 segundos en la salida pueda convertirse en problema.

El comunicado de prensa expedido por la compañía ferroviaria decía: “Presentamos nuestras profundas excusas por los severos inconvenientes causados a nuestros usuarios… los operadores no chequearon la hora de salida antes de comenzar la operación”. Como era de esperarse, ningún pasajero se quedó y nadie reclamó. Pero en el fondo, la noticia que ha sido recibida con cierta ironía en los medios occidentales, y aun por algunos japoneses, no es tan simple como parece.

La puntualidad, tal como la conocemos hoy, es algo relativamente nuevo en la cultura de Japón. El uso de los primeros relojes europeos, que llegaron en el siglo XVI, no fue generalizado. Y tampoco sobrevivió la medida del tiempo de Occidente pues los japoneses lograron producir relojes ceñidos a los usos locales. Antes se regían por el calendario lunar y un sistema de horas variables que se ajustaban en 12 unidades —seis diurnas y seis nocturnas— y cuya duración dependía de las estaciones. Cada fragmento de tiempo tenía por nombre uno de los signos zodiacales, comenzando por la hora del ratón al amanecer y terminando con la del tigre que culminaba con la alborada. Cada nueva hora se anunciaba por medio de un campanazo y no existían formas para medir minutos y segundos.

La adopción del calendario gregoriano data de mediados de 1872 y solo a partir del 1° de enero de 1873 se impuso la hora estándar que usamos en Occidente. A pesar de esto, la inexactitud en la medición del tiempo fue la regla y socialmente se aceptó una natural impuntualidad.

Mas la implementación de la hora internacional no fue suficiente y debió pasar mucho tiempo para que la cultura se modificara y permitiera la aparición de sistemas como el Justo a tiempo de Toyota. Para avanzar, se requirieron esfuerzos tanto en las escuelas como en las fábricas que se abrieron en el proceso de modernización a finales del siglo XIX. No obstante, fueron los trenes los encargados de disciplinar a la sociedad en general, con la implantación de itinerarios precisos que se cumplían implacablemente.

Todo esto nos lleva a pensar que un retraso de 20 segundos puede tener más implicaciones que las que suponemos. Y quizás nos ayude a reflexionar sobre los costos de la impuntualidad en Colombia, que según algunos cálculos sobrepasa el 1% del PIB.

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