Qué bueno sería tener un país en donde pudiéramos creerles a las altas cortes sin matices de desconfianza y en donde el presidente entendiera que no le corresponde declarar quién es culpable o inocente porque ese no es su trabajo. Qué bueno sería tener un país de instituciones fuertes que se levantaran por encima de las calenturas politiqueras y que nos dieran un piso seguro para sostenernos.
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