#EconomíaParaMiPrima

Qué carajos le pasa a la economía, para mi prima

Martín Jaramillo
18 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

En esta columna no hay respuestas fáciles. Si eso es lo que buscan, visiten mejor a los demagogos profesionales, esos tienen soluciones milagrosas que curan todos los males. Unos dicen que hay que estatizar el sistema de salud y nacionalizar los bancos, otros dicen que hay que renunciar a la deuda o imprimir billetes ad infinitum para financiarla.

No puedo competir dando una solución más fácil, pero sí puedo explicar esta realidad complicada de manera sencilla.

El mundo es complejo, lo sé. Sobre todo con la economía en estos tiempos, pero todos los ciudadanos deben poder entenderla con un poco de pensamiento, inclusive mi prima Isabel, de diez años.

Y es que vale la pena entenderla. Veamos.

En la economía de hoy hay un par de cosas que están mal. Por un lado, el petróleo está baratísimo por una tensión internacional, con la caída más fuerte desde que Estados Unidos atacó a Irak en 1991. Para un país como Colombia, cuya economía depende en gran parte del petróleo, estas son muy malas noticias. Grave, sí, pero manejable. Si fuese solo esto, el Gobierno tendría menos capacidades de gastar y para la gente sería más difícil salir de la pobreza o conseguir empleo, pero podríamos recuperar el crecimiento estable de la economía con un par de ajustes.

Por supuesto, lo más grave para la economía en este momento no es el precio del petróleo, sino una pandemia sin precedentes. Ya ustedes saben qué implica esa pandemia en la salud, pero ¿saben qué implica para la economía?

Digamos que las implicaciones son tres.

Primero, debemos invertir más recursos en hospitales, medidas de precaución y prevención. Esto es lo correcto, sin duda, pero eso también implica que se construirán menos carreteras, menos colegios y menos parques públicos.

Segundo, tenemos un problema que los economistas llaman un choque de oferta. ¿Qué significa eso? Que, dadas las (necesarias) medidas de aislamiento, mucha gente no puede ir a sus trabajos a producir. El peluquero no puede motilar, el obrero no puede construir y el vendedor ambulante no puede vender. Es decir: el mundo tiene ahora menos bienes y servicios. Esto no solo significa que habrá mucho desempleo, que lo va a haber, sino que ahora el mundo es más pobre: tenemos menos oferta de cosas que hacen que nuestra vida sea mejor.

Tercero, tenemos el clásico problema de las recesiones. Una cosa que los economistas llaman un problema de demanda agregada. Me perdonan el tecnicismo (no disparen, tranquilos), puedo explicarlo.

En la economía, como decía Paul Krugman, los números suman. La compra de una persona es el ingreso de otra. Cuando yo compro una camiseta, estoy dándole ingresos a quien me la vende. Cuando una persona se queda sin empleo y reduce su gasto, esta le reduce el ingreso a otra persona, quien ahora tendrá que consumir menos y así sucesivamente. Allí terminamos en una caída en espiral que empeora todo.

Y nuestra psicología lo hace aún peor. Cuando percibimos una crisis, los seres humanos estamos entrenados evolutivamente para sentir miedo. Con esta falta de confianza, nos resguardamos en lo seguro. Así que todos reducimos nuestros gastos así nuestros ingresos no hayan caído: posponemos la compra de la lavadora que teníamos pensada, reducimos los gastos de nuestras empresas y dejamos la inversión en educación para después.

Cuando hay un problema de demanda solamente, las ideas de Keynes nos dicen que hay que “hacer inyecciones monetarias y fiscales”. Esa explicación es tema para otra columna, pero básicamente significa darle estímulos a la economía bajando tasas de interés y aumentando el gasto público.

La mayoría de gente entiende esta solución, y de hecho es lo que están proponiendo muchos expertos. El problema es que estas medidas nos pueden salvar de la caída en espiral, pero no del choque de oferta. Si no retomamos la producción de bienes y servicios, encontrando formas de volver al trabajo de manera segura, todos esos esfuerzos serán inútiles. Como decía el economista Luis Guillermo Vélez: sería como hacerle transfusiones de sangre y suero a un cadáver.

Importante tenerlo en cuenta para identificar la demagogia. Como decía Bernard Shaw: “para todo problema complejo hay una solución evidente, simple y equivocada”.

@tinojaramillo

martin.jaramillo@email.shc.edu

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