Qué daña a quién

Lorenzo Madrigal
07 de mayo de 2018 - 12:33 p. m.

Es un ejercicio ocioso. Miremos, a Vargas Lleras lo daña no poco su vinculación con el Gobierno. Parece mentira. Las mismas obras que impulsó, en las que demostró eficacia, la perfidia nacional se las cobra como uso privilegiado de grandes sumas presupuestales.

Persiste, aunque ya en personas mayores, el recuerdo del temperamento y la labor incansable del gran abuelo Lleras Restrepo, quien movía al país y especialmente a Bogotá, pero eran otros tiempos. Hoy le cobran a quien heredó aquellos ímpetus, hasta el episodio de un coscorrón.

¿Cuál es la piedra en el zapato del candidato que encabeza los sondeos desde hace rato y con diferencias notables ? Pues ya se sabe que el punto a favor que en lo político y lo personal le puede significar a Duque ser el hombre nuevo ( homo novus ) lo pierde con la crítica justificada de ser el candidato de Uribe, convertido éste en una especie de Núñez, dispuesto a gobernar por interpuesta persona. No obstante fueron importantísimos los hombres que la historia mostró como ejecutores de Rafael Núñez, tales como don Miguel Antonio Caro o don Carlos Holguín, comparación que bien puede enardecer a algunos y más en un país envenenado de odios, donde lo más inocente es la envidia.

Cierto es también que la rubicundez de niño sano, que muestra Duque, gracias a la temprana edad en que llegaría al poder, ha sido tema de caricaturistas, los cuales cumplen con su trabajo. Se le abona al candidato la amabilidad con la que ha reaccionado a estos dibujos, lo que más bien le ha dado puntos a favor y le sigue dando.

A Gustavo Petro le sobran antipatías, así como le han venido creciendo las multitudes de plaza y aun la encuestas. Lo pierde su pasado que contrasta paladinamente con su eslogan de “Colombia Humana”, pues las horrendas prácticas de la guerrilla, a la que perteneció, sobrepasan lo prohibido por cualquier código humanitario. Es su pierde. Pero no así para la juventud más joven que acaba de conocerlo. 

A don Sergio Fajardo no le convino la vicepresidenta, que, a mi juicio,  ( y por supuesto que todo es a mi juicio ), no le sumó sino que le restó. No se cura la corrupción dando alaridos. Él, en cambio, ha padecido de cierta atonía, no, desde luego, en lo moral, pero sí en lo político.

A De la Calle le faltó todo: presidente, jefe de campaña y contertulios de mesa de negociaciones que no lo hicieran quedar mal, a la hora del posconflicto. Mucha gente lo añora como un liberal clásico, a quien ya le correspondía ser presidente, y aún piensan que pudiera serlo, mientras con tristeza lo miran hundirse en el abandono político.

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Y se vuelve a Cuba, otra vez sede de negociaciones de paz. Cuánto se pierde de entrada al llegar a un sitio favorecedor del enemigo para negociar.

 

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