Que no haya la menor duda de que se va a repetir…

Mauricio Botero Caicedo
02 de abril de 2017 - 02:00 a. m.

Lo que no se puede negar es que Maduro y los chavistas, no obstante su manifiesta incompetencia, acuden a fórmulas milenarias para mimetizar la dictadura y el mal manejo de la economía y de la política.

En primer lugar, al disolver la Asamblea por medio del vulgar e impúdico manoseo de las instituciones judiciales como el Tribunal Supremo, eliminan todo vestigio de democracia en Venezuela.

En segundo lugar, roban el erario y los recursos petroleros de manera inmisericorde, pero asegurándose de que en el reparto del botín estén incluidos aquellos que empuñan las armas.

En tercer lugar, para tenerle la barriga llena mientras lo distraen, le dan al pueblo pan y circo. El problema es que el pan cada día está más esquivo y el circo cada vez más triste y lánguido.

Finalmente, crean en el imaginario público enemigos externos, promoviendo simultáneamente conflictos fronterizos.

Colombia fue víctima hace unos días de esta última táctica. La semana pasada, soldados venezolanos armaron un campamento en territorio colombiano en Arauquita, en el departamento de Arauca. Los militares venezolanos, que alegan cumplimiento de órdenes superiores, instalaron un campamento e izaron la bandera de su país en territorio colombiano, alegando que eso es su territorio y que por eso no se iban. Campesinos del sector de Caño Jujú contaron que al sitio han llegado al menos 50 ciudadanos del vecino país para apoyar a sus militares.

Según informes de prensa, esta cantinflesca invasión fue desinflada por el presidente Santos por medio de una llamada a Maduro. Pero no nos equivoquemos: estos incidentes, cuya finalidad es distraer a los venezolanos de los gravísimos problemas que enfrentan, van a continuar. Y la próxima vez no a va ser tan fácil desactivarlo por medio de una llamada. No va a ser tan fácil porque la situación en Venezuela, por mala que sea, tiene todos los visos de empeorar. Venezuela depende en un 90 por ciento de sus ingresos del petróleo, y con unos pocos movimientos puntuales, el precio del crudo comienza una espiral descendente. El futuro de nuestro vecino es negro y esto es enormemente peligroso para Colombia y para los colombianos.

Apostilla: el reciente artículo del columnista de este diario César Rodríguez Garavito se preguntaba el porqué del silencio de muchos sectores progresistas latinoamericanos, incluyendo organizaciones de derechos humanos, sobre la extinción de la democracia y los derechos humanos en Venezuela.

Comedidamente me atrevo a responderle al doctor Rodríguez que el silencio tiene dos explicaciones: la primera es que buena parte de los llamados sectores progresistas y organizaciones de derechos humanos de España y el continente reciben o han recibido fondos de los chavistas. No hay que mirar más allá de Podemos en la península, partido supuestamente del más rancio progresismo, que recibió centenares de miles de euros para comprar tanto su silencio como su complicidad.

La segunda razón es el miedo que tienen esos sectores progresistas y organizaciones de derechos humanos, cuyas cuerdas vocales se paralizan cuando se imaginan que sus críticas pueden llegar a molestar. El doble rasero o estándar moral, tristemente es y siempre ha sido una de las características de la izquierda continental. Siempre y cuando las dictaduras totalitarias sean de izquierda, el silencio y la discreta complicidad son pan cotidiano.

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