¿Qué país queremos?

Santiago Gamboa
20 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

Me pregunto esto al ver la deriva de la realidad nacional, con un Gobierno recién instalado que hace esfuerzos por mostrar una cara amable, pero con una realidad fiera que resultó ser mucho más irascible de lo que pensaban, rebelde y contestataria. Muy poco apta para ser tratada de modo ligero. Tal vez esto sea una primera consecuencia psicológica del proceso de paz: al no haber una guerra frontal contra un enemigo oscuro, cada estamento y actor social empezó a jugar con más énfasis su propio rol. Los estudiantes, los sindicatos, la sociedad civil. Cada grupo humano se siente más libre y más fuerte. Cada gremio grita con más libertad.

El juego de Duque es claro: el del joven que quiere hacer un cambio, creyendo que lo que tiene entre las manos le pertenece, pero que en realidad no es de él, pues se lo debe a la estructura política que lo eligió. Cuando la Cabal le recuerda en público que “no olvide que usted no fue elegido de gratis”, evoca esas películas de Scorsese en las que la mafia italiana reconvenía a los políticos que eran sus lacayos, porque si no… ¡Alguien aparecía degollado! Por eso el gobierno de Duque es un péndulo entre sus ideales de cambio y la vieja estructura de su partido, que lo tiene muy claro. ¿Cómo darles gusto a ambos? El proyecto uribista, el de Uribe y la Cabal y sus socios, es conocido: hacer de Colombia una enorme vitrina para sus negocios, como es el caso de los multimillonarios hijitos de Uribe, récord Guinness en velocidad de enriquecimiento. O hacer de Colombia un solar para su ganado, esa ganadería extensiva que tanto dinero les deja y para la cual los campesinos pobres son un obstáculo. Que se vayan a la selva o se desaparezcan. Ya lo hicieron con el paramilitarismo. Para ellos era mejor que la guerrilla estuviera activa, pues podían apropiarse de tierras en el río revuelto de la guerra. Qué fastidio el proceso de paz. Pero, al mismo tiempo, qué maravilla. Gracias a él reconquistaron el poder en un país mayoritariamente cínico, confundido e ignorante.

Pero volvamos a la Colombia de hoy. A Duque. La sociedad civil gritó contra algunos de sus nombramientos cochambrosos, impuestos por la cuenta de cobro electoral, caso de Ordóñez o Pachito. Y los que faltan. Qué asco. No se logró evitar, pero les explotará en las manos. Hay otros que considero buenos, como el de Guillermo Fernández de Soto en la ONU. Pero los gritos de la sociedad detuvieron el nombramiento de Pacheco en el Centro de Memoria Histórica. Y los gritos de los estudiantes por la defensa de la universidad pública, que no es uribista, y ahora de los maestros, acabarán por romper los tímpanos gubernamentales, y los harán temblar. El país sigue luchando, es el que queremos. Un país mejor y con justicia. Uribe, por ahora, tiene a la Fiscalía en su bolsillo y está tranquilo, nadie moverá los procesos en su contra ni los de su hermano. Pero la Corte Suprema sí se mueve y, algún día, cuando ya no pueda seguir burlándose de la ley, tendrá que presentarse a indagatoria, y la presión social defenderá a los jueces, atacados por sus tentáculos, y tal vez muy pronto, bajo Gobierno uribista, veremos a Uribe detenido, y el tiempo de su breve eternidad habrá por fin terminado.

 

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