¿Qué pasa con el DANE?

Armando Montenegro
30 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

Quienes seguimos las estadísticas económicas y sociales hemos recibido en los últimos meses noticias sorpresivas que no solo ponen en duda algunos de los elementos de nuestra interpretación de la realidad económica de los últimos años, sino que, en algunos casos, nos han puesto a dudar sobre la calidad del trabajo que produce el DANE.

Durante bastante tiempo, desde los últimos años del gobierno del presidente Uribe, pero sobre todo en la administración Santos, las autoridades repitieron con orgullo que la inversión llegaba a cifras del orden del 29 % del PIB, históricamente elevadas, que ratificaban la confianza de los inversionistas en el país y que justificaban la convicción de que Colombia era capaz de alcanzar altas cifras de crecimiento económico. Cuando esos crecimientos del PIB no se dieron, los economistas concluyeron que se estaba presentando una sensible caída de la productividad, un hecho que se confirmó con las distintas estimaciones que realizaron los especialistas (basados, precisamente, en las cifras oficiales).

El DANE, de pronto, cambió la película y nos dijo que la tasa de inversión llegaba únicamente al 23 % del PIB, una abrupta caída que obliga a revisar la interpretación de lo sucedido en la economía en los últimos años. Los expertos señalan que buena parte de esta sorpresiva corrección se originó en la demora del DANE en actualizar varias series de precios y deflactores, algo que debió hacerse hace mucho tiempo.

Días después ocurrió otro evento todavía más preocupante: la nueva administración del DANE reveló que estaban errados los estimativos de las cuentas económicas de los departamentos (que informan sobre el crecimiento y la composición de la producción de esos entes territoriales), los mismos que la entidad había divulgado en los meses pasados. Según el nuevo director de la entidad, las cifras publicadas contenían aberrantes inconsistencias y no habían sido sometidas a un juicioso examen técnico.

Finalmente, en los últimos días apareció un tercer motivo de alarma, esta vez relacionado con el censo de población que se realizó en los primeros meses del año. Aunque la mayoría de las críticas de la prensa se ha referido a los retrasos en la publicación de las cifras definitivas, también se han escuchado comentarios sobre posibles problemas con los datos de entrada y, en consecuencia, con la calidad de los resultados finales del censo. Esas preocupaciones se originan en el hecho de que el inexperto personal que recolectó la información censal fue contratado por el Fonade, el foco de las peores prácticas de la politiquería, precisamente en época de elecciones. Por este motivo, se sospecha que pueden existir defectos en el trabajo que realizaron los calanchines recomendados por los caciques regionales, en medio de los trajines electorales de sus verdaderos jefes.

Es indispensable que se examine a fondo lo que ha sucedido en el interior del DANE. Es preciso que expertos independientes, nacionales e internacionales, revisen sus procedimientos, sus equipos humanos y técnicos, así como sus necesidades financieras y sus planes de modernización. El Gobierno debería darle la tranquilidad al país de que, en cualquier caso, está comprometido con el futuro de esa entidad, de tal forma que los colombianos puedan disponer de estadísticas confiables de su realidad económica y social.

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