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Que se bañe en el Tolima

Margarita Londoño V.
19 de julio de 2008 - 06:14 a. m.

LES VOY A RELATAR MI DELICIOSA experiencia con la PILA, que de paso le generó unos nada diplomáticos apodos a la mamá del Ministro de Protección Social.

Hace unos 20 años pago salud y pensión a mi asistente en las labores domésticas. He cancelado, un día en el ISS y otro en la EPS, la cuota correspondiente, y las cosas marchaban sobre ruedas. Hasta que llegó la orden perentoria de la Planilla Integrada, o PILA, y se nos acabó la tranquilidad.

En los primeros días de julio, mi empleada intentó pagar la salud y le resultó imposible. Con lágrimas en los ojos me contó que le habían devuelto el pago. ¿Cómo se iba a hacer los exámenes del mes? Le pedí paciencia y que aplazara la enfermedad de turno para el siguiente mes, pero no la convencí. Para ella la salud es lo primero y sus visitas a la EPS son sagradas.

Entonces decidí enfrentar el problema e intenté, como millones de colombianos, pagar la PILA. Pero no se pudo. Frente a la inminencia de la fecha límite, la gente se rebotó y se vino una avalancha de quejas peor que la de la carretera al Llano. Ante tal hecatombe le dije a mi empleada: “Tranquila que esto lo tienen que solucionar. Cuando las cosas se ponen graves, Uribe hace un consejo comunitario, le jala las orejas al minitrico y resuelve el problema”.

Esperamos confiadas dos o tres días y nada. El Ministro con la nariz roja (¿será por decir mentiras?) sólo estaba interesado en resolver lo de Yidis. Cuando las protestas arreciaron y tal vez para impedir que nos empelotáramos como la ex  parlamentaria, hizo una mínima concesión: aumentó el plazo para el pago. Más días para hacer la fila.

Después de esto nos aceptaron el pago de salud en la EPS, lo que tranquilizó a mi empleada y se fue a hacerse sus exámenes de rigor. A mí me quedó la obligación de intentar el pago de la pensión. Me decidí por la vía telefónica, pero en ninguno de los números respondieron. Finalmente me lancé a la internet. Visité tres portales con la dedicación de un hacker. En el soi.com.co nunca logré entrar.

En pagosimple.com entré pero al intentar inscribir a mi empleada me pedía que seleccionara un centro de trabajo. En esa casilla no se podía escribir nada y no aparecían opciones. ¡Ah!, se me olvidaba, en ambos portales decían que para cualquier problema llamara a un teléfono, que por supuesto nunca contestaron.

Por último y cuando mi desespero ya no daba ni para mandarle madrazos al ministrico, logré entrar en miplanilla.com, adquirí contraseña e inscribí a mi empleada. Todo marchaba bien hasta que llegué a la Caja de Compensación. Como nunca ha estado inscrita a una, pasé de largo. El sistema no aceptó mi indiferencia. Desesperada, decidí entonces meter a mi empleada en cualquier Caja. Le consulté y se puso furiosa, me dijo que ni de fundas, que eso ‘¿pa’ qué servía?’ y de paso lanzó unos madrazos adicionales al ministrico.

Por mi cuenta y riesgo decidí registrarla como afiliada a alguna de las opciones que me daba el sistema. Elegí una Caja en el Valle del Cauca, con tan mala suerte que el dedo me traicionó y marqué una en el Tolima, que por aquello del alfabeto queda al lado del Valle. Hasta allí me llegó la dicha, pues cuando pedí que saliera la planilla, el sistema me comunicó que existía un error: el empleado no puede trabajar en un departamento y estar en una Caja de Compensación de otro. Como no logré que el sistema me permitiera trasladarla a una del Valle y luego de intentar inútilmente pedir ayuda por teléfono, volví al portal y trasladé el sitio de trabajo de mi empleada para Ibagué, en el Tolima, aunque vivamos en Cali.

¡Eureka! Funcionó. La planilla se completó y apareció la opción de pagar.  Cumplí con creces mi deber patronal: pagué salud, pensión, Caja de Compensación, ICBF y Sena, aunque sólo estaba obligada a pagar salud y pensión. A estas alturas me sentía tan feliz de haber completado el gyimkhana que no me importaba el sobrecosto.

Sólo me quedaba un problema por resolver: si la Caja de Compensación elegida está en Ibagué y nosotros vivimos en Cali, ¿qué resultará más fácil: trasladarnos a vivir a Ibagué o que mi empleada se vaya a bañar los fines de semana al Tolima? Cualquiera de estas opciones es más sencilla que enfrentarme de nuevo a la PILA. Y, una vez más, le recordé la mamá al ministrico.

* Periodista y escritora de literatura infantil.

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