¿Qué sigue en Venezuela?

Luis Carlos Vélez
11 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.

Cada día que pasa, el proceso de paz en Colombia con las Farc se perfila como fundamento de lo que puede ser el siguiente paso en Venezuela. No solamente sus interlocutores y países participantes son los mismos, sino que también existen similitudes en sus características y métodos.

Empecemos por los participantes: Venezuela, Colombia, Cuba y EE. UU. fueron y son jugadores importantes en los procesos. Los bandos están definidos, como también su motivación política y económica. Farc y chavismo tienen en común su intención de permanecer vigentes en la arena política, aunque sean conocidas sus presentes o pasadas relaciones con el narcotráfico, la minería ilegal y el terrorismo.

También coinciden en los escenarios del momento de iniciar una conversación. Para el Estado colombiano, sentarse a conversar después de 50 años de combates y sangre derramada era la oposición más válida para detener la espiral de sangre y fuego del conflicto armado. Para las Farc, gracias al fortalecimiento de las FF. AA. y la efectividad de sus acciones, era simplemente un escenario de dialogar o morir.

En Venezuela, gracias al respaldo internacional, la oposición tiene la suficiente validación para plantearle al régimen que la única manera de detener las muertes de venezolanos inocentes, por hambre y falta de medicinas, es sentarse a negociar. Del lado del régimen, la sacada de dientes del gobierno Trump significa una señal clara de que si continúan atornillados al poder, habrá consecuencias. En los dos casos, la motivación al diálogo no es nada diferente a que la permanencia en el estado de las cosas solo lleva a más muerte y destrucción, algo que no le conviene a nadie.

¿Qué sigue? Ojalá una salida negociada y rápida. Sin embargo, la lección que nos deja el proceso de paz en Colombia es que existen muchas motivaciones para que el diálogo se vuelva algo eterno que le permita al chavismo, como les permitió a las Farc, reacomodar sus fichas en caso de que las conversaciones salgan mal.

El camino más probable en Venezuela es el de un proceso de paz que, entre otras, le garantice al chavismo participar en las próximas elecciones como un movimiento político válido, tal como lo consiguieron las Farc en Colombia. El famoso punto de la representatividad política.

El fusible será Maduro, quien seguramente está negociando cómo proteger buena parte de su fortuna para disfrutarla entre Rusia, Nicaragua y Cuba. Obviamente, mientras permanece con un megáfono opinando de lo divino y humano a la distancia con la esperanza de volver.

Imaginarse un escenario en el que Maduro y el chavismo desaparecen como por arte de magia es desconocer que no hay una bala de plata que elimine todos los problemas de una nación en un abrir y cerrar de ojos. Lo que se viene para Venezuela es doloroso y largo. Todos debemos estar preparados.

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