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¿A qué viene?

Marcos Peckel
10 de enero de 2012 - 10:48 p. m.

La actual visita del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, a países del hemisferio es una oportunidad para analizar aspectos interesantes de las relaciones exteriores del continente y cambios que se han dado en los últimos años.

Ahmadineyad, cuya reelección en junio de 2009 fue muy cuestionada y denunciada como fraudulenta por amplios sectores al interior de Irán, y que causó el estallido de multitudinarias manifestaciones brutalmente reprimidas por los esbirros del régimen, llega a la región a visitar gobiernos con los que encuentra afinidad, no sólo en la política exterior antiamericana, sino en las cortapisas que en mayor o menor medida les están poniendo estos gobiernos a las libertades democráticas, comenzando por Cuba, donde no hay ninguna. Completan el periplo, Venezuela adonde llega por quinta vez, Ecuador y Nicaragua, a la posesión de Ortega, que constitucionalmente ni podía ser candidato.

Las puertas se le cerraron al sátrapa iraní en Brasil, donde Dilma, en uno de sus primeros actos de gobierno, se desmarcó claramente de Lula, que le había extendido la alfombre roja en 2009, denunciando al régimen de Teherán ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Ahmadineyad tampoco puede viajar a Argentina, país que ha solicitado en extradición a anteriores autoridades iraníes, entre ellos el expresidente Rafsanjani y el exministro de exteriores Velayati, para responder por el atentado a la comunidad judía en 1994.

Extraña que una visita a Evo no esté en la agenda, pero no se puede olvidar el fiasco que significó la visita al altiplano el año anterior del ministro de Defensa iraní, general Vahidi, a quien le tocó volarse de Bolivia por la puerta de atrás, pues estaba igualmente pedido en extradición por la justicia argentina por el mencionado atentado.

Otras grandes democracias del continente, México, Colombia y Chile, no están interesadas en recibir al mandatario iraní.

El diario caraqueño El Nacional en su edición digital publica una serie de artículos sobre los proyectos que supuestamente está construyendo la república islámica en Venezuela. Menciona en particular una fábrica de cemento en El Pinto, cuyo retraso haría sonrojar a los Nule. Debía estar produciendo hace tres años y sin embargo el avance en las obras no es más que el 20%. Lo mismo ocurre con una serie de proyectos iraníes pomposamente anunciados por Chávez y que en el terreno nunca han arrancado.

No hay duda que Irán está sintiendo el peso de las sanciones que le han sido impuestas por su programa nuclear y por su agresiva política exterior en el Oriente Medio, que incluye el incondicional apoyo al régimen asesino de Al Assad en Siria, el fomento de las fracturas y divisiones entre chiitas y sunitas en países como Líbano e Irak, el apoyo a organizaciones terroristas y sus reiteradas amenazas a Israel.

Nada bueno trae la visita de Ahmadineyad a estas tierras de libertad y sólo vergüenza a aquellos presidentes que le han abierto sus puertas.

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