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Notas de buhardilla

Quedaron mal todos

Ramiro Bejarano Guzmán
07 de junio de 2020 - 05:00 a. m.

Bastó que al exministro santista Frank Pearl, quien antes había pasado por el entorno uribista, lo escogieran como presidente de Asocaña, un poderoso gremio, para que el régimen de Duque se entregara a la sucia tarea de vetarlo, no obstante que hace apenas 15 días la ministra Alicia Arango intentó vendernos el cuentazo de que el nombramiento del hijo de un jefe paramilitar en un alto cargo de su cartera mostraba el talante conciliador y pluralista de este Gobierno. Es decir, para esta maliciosa gestión el Gobierno se olvidó de las oportunidades que supuestamente ofrece a todas las personas y además pisoteó su pretendida política de puertas abiertas, pues dejó en evidencia que es mezquino, rencoroso, perseguidor, clientelista y excluyente.

El Gobierno no objetó el nombramiento del hijo de un paraco porque es uno de los suyos, pero sí el de un hombre decente y competente como Frank Pearl, quien también se equivocó de gobierno y de jefe.

En efecto, conociendo el talante del Centro Democrático, era imposible suponer que se iba a quedar callado con la designación de un santista como interlocutor de un importante renglón de la economía nacional. Lo que hicieron Duque, Susana Correa y el poderoso asesor en la sombra Luigi Echeverri es lo que se cocina por estos tiempos en la “Casa de Nari”. Y en cuanto a Asocaña, con muy honrosas excepciones contadas en los dedos de la mano, se trata de un arrogante grupo de terratenientes y momios que no solo fueron y siguen siendo enemigos del proceso de paz con las Farc, sino que se creen dueños hasta del aire.

Era obvio que a Pearl tarde o temprano lo iban a echar de Asocaña, porque lamentablemente esos procedimientos son consustanciales al momierío caleño. No es la primera vez que la dirigencia empresarial vallecaucana se tropieza con su soberbia y hace frente común para perseguir a alguien. Tampoco será la última. Ese es el ADN de una clase dirigente que no honra la condición humana grata y bonachona de los vallecaucanos. Aquí en Bogotá se han hecho célebres algunos de esos dirigentes empresariales caleños, que ni siquiera entre ellos mismos se guardan lealtad, porque llegan a las oficinas de la capital a denigrar de sus colegas y paisanos, creyendo que sus traiciones no trascienden.

Cuando hace una década fui objeto de una visceral persecución liderada por los momios Alfredo Carvajal, Ernesto de Lima y María Elvira Domínguez, entre otros gavilleros, un gracioso lenguaraz tulueño comentó: “Ve. Eso le pasó a Ramiro por haber creído que podía opinar en la casa de la mano negra”. Lección aprendida, Frank. Esa ojeriza es incurable, y de ello doy fe pues hace un tiempo nos excluyeron a varios abogados de una lista de colegas practicantes del arbitraje, dizque porque no éramos vallecaucanos. Por supuesto, se privaron de las luces de mis colegas excluidos a quienes sancionaron por su origen, y en mi caso incurrieron en una herejía con sabor a estupidez, porque soy vallecaucano desde hace muchas generaciones y a ello no renunciaré pues jamás me desligaré del destino de mi tierra. Esos “prohombres”, que descalificaron por su lugar de nacimiento a unos abogados respetables, repitieron el interdicto criminal de Hitler de prohibir la representación en teatros alemanes de obras de autores no arios o en las que hubieran intervenido judíos.

Volviendo al tema, lo cierto es que el Gobierno confirmó que allá no reciben sino a quienes comulgan desde el mismo atrio de la intolerancia y el hostigamiento. Por eso quedó mal, pero también la misma Asocaña y todos los gremios.

Los gremios se supone que son independientes y representan ante el Gobierno intereses de muchos sectores. Esa labor requiere de personas libres y autónomas, no lagartos amaestrados y arrodillados ante el poder. El grotesco episodio de Asocaña-Frank Pearl ha dejado la sensación de que en este cuatrienio los mandamases gremiales lo son solo con el permiso del Gobierno. Por eso les pasa lo que les seguirá ocurriendo mientras no asuman con dignidad el papel que les corresponde en una sociedad democrática.

Adenda No 1. ¿Será que los funcionarios que dan entrevistas sin quitarse el tapabocas lo hacen para no contaminar o para protegerse de los televidentes?

Adenda No 2. Increíble, policías de la Dijín interceptando ilegalmente a sus compañeros dentro de la investigación de la ñeñepolítica. Qué pánico.

notasdebuhardilla@hotmail.com

 

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