Sombrero de mago

¿Quién coños es ese tío?

Reinaldo Spitaletta
17 de julio de 2018 - 02:00 a. m.

Ya algunos lambones han salido al ruedo circense colombiano a decir que todavía no es hora de hacer oposición a un presidente que ni siquiera se ha posesionado. Sin embargo, según su programa de gobierno, sus padrinos y los nombramientos ministeriales que ha hecho, se conoce de su condición neoliberal y antipopular. Decían señoras inteligentes que desde el desayuno se sabe lo que será el almuerzo. Bueno, con la salvedad de que lo más probable es que, para mucha gente, con los días que llegan, no habrá ni desayuno ni almuerzo.

Un atenuante dentro del mar de desventuras que se avecina es que el nuevo presidente tiene un parecido infalible con Turbay, el de las mafias, el estatuto de seguridad y la reducción de la corruptela a “sus justas proporciones”: es un inspirador de chistes. El pueblo puede que no vaya a tener comida ni pensiones ni salario mínimo ni nada, pero podrá reír de las embarradas y desbarradas del hijo de un turbayista.

La visita del Duque Iván a la España, la que los presidentes e ideólogos conservadores gramáticos de fines del siglo XIX denominaron, con nostalgia de cadenas, la “madre patria”, ha resultado de sabrosuras para el ingenio popular. Memes a granel, adivinanzas, chascarrillos y otras humoradas han hecho la felicidad tanto de la galería como de la platea. Eso de llevar saludes, muy bonito entre la cultura campesina y popular colombiana, lo que dio fue para ampliar la expresión facial de la risa.

Una ventaja, o según como se observe, porque podría ser también una suerte de psicoanálisis sin desván, es que habrá que volver por las lecturas del viejo Freud, el de 1905, con sus escritos sobre el chiste y la relación con el inconsciente; el desplazamiento y la condensación; la “provocación consciente y hábil de la comicidad”, que sobre la materia habrá para dar y convidar con las actuaciones del nuevo presidente.

Ya entre la colección de mamagallismos que han surgido está la de la foto del reyecito de España (“lo que no se come, lo daña”, decía una tonada popular) diciéndole al oído a su mujer: “me mandó saludos de un presidente Uribe y otro de un Pastrana… ¿cuántos presidentes tiene Colombia? ¿Y entonces quién coños era ese tío que mandaron?”. Y no está arrevesado del todo que el tío ese rompa protocolos, pero, quizá, hubiera sido más elegante que le hubiera entregado al Borbón, con cierto disimulo, una boletica con los saludos de los jefes del muchachón presidente electo de la bananera republiqueta.

Que el tal Felipe VI no salía de la conmoción, o tal vez no sabía qué hacer para contener la risa, escuchando las saludes entregadas por la estafeta, a la que durante la campaña electoral las “buenas lenguas” calificaron de títere, marioneta, pelele, muñeco de ventrílocuo y no sé cuántos sinónimos más de polichinela y fantoche.

Lo más probable es que lo que se deja venir sea pura demagogia, represión y hambre, como ocurrió con otro gobierno colombiano hace años, pero humor sí habrá. Y se abonará el ingenio (o el “ingenuo”, como decía mi extinta suegra) en calles y cantinas. De la visita a la España cañí los gozones también destacaron las “cabecitas” balompédicas del Duque en el estadio Santiago Bernabéu y la respuesta que le dio el exfutbolista Buitragueño cuando el mandadero le preguntó cuántos de esos cabezazos era capaz de hacer. La respuesta fue ejemplar: “Yo, nada, yo la cabeza la utilizaba para pensar, no para golpear”.

Tras tanta chacota y rochela por la bisutería risueña del señor Iván, la nombrada de su ministro de Hacienda no es tan risible. Es dolorosa para los descastados y de placer para magnates y otros “duros” del dineral. Neoliberal y plutócrata de carrera, el doctor Carrasquilla, el mismito que dijo en su pasado ejercicio ministerial que el salario mínimo en Colombia era “ridículamente alto” y que, por tanto, debía ser reducido, lo padecerá otra vez la pobrería.

Durante su reinado en el ministerio en el gobierno de Uribe, cuando se privatizaron Reficar y Telecom, por ejemplo, el economista Carrasquilla (que no el bachiller Carrasco) atropelló los derechos de los pensionados, de los trabajadores (recordar lo de las horas extras a partir de las 10 de la noche) y favoreció a una élite de privilegiados. Un neoliberal a carta cabal.

Vienen días tormentosos. Y tal vez a la mayoría de gente, como un arma o quizá como una suerte de terapia ante las humillaciones del poder, solo le quedará la risa, que, como se sabe, no derrumba gobiernos, pero hace menos triste la condición de miseria. Y a lo mejor, como en algún cuadro de Picasso, por un ojo lloraremos y por el otro se nos escapará una risueña lágrima.

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