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¿Quién entiende?

Darío Fernando Patiño
18 de mayo de 2008 - 12:42 a. m.

LA VIDA DA MUCHAS VUELTAS, PERO en Colombia parecen más rápidas y más frecuentes. Hasta hace poco la Ley de Justicia y Paz era el peor instrumento jamás inventado para procesar a los paramilitares y hacerlos confesar y reparar a sus víctimas. Hoy los mismos críticos sugieren que hubieran preferido quedarse con todo y sus carencias, antes que enviar a Estados Unidos a quienes la estaban conejeando.

Desde hace más de veinte años la extradición fue considerada una herramienta indispensable frente a las falencias de la justicia colombiana y al laxo sistema carcelario. Por defenderla muchas personas se hicieron matar y para oponerse a ella, los capos mataron a mucha gente. Lo que antes era visto como un castigo ideal para los peores delincuentes, con sus grilletes, sus overoles naranjas, sus celdas sin luz y sus varias cadenas perpetuas, hoy se presenta como un paseo. Un premio supuestamente buscado por los mismos hampones.

De la tristemente célebre consigna de guerra de los extraditables: “Preferimos una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos”, algunas personas enfurecidas por la exportación de los ‘narcoparas’ parecen haber pasado a decir: “Preferimos una ‘rumba’ en Colombia a una cárcel en Estados Unidos”. Porque en medio de la legítima preocupación de las víctimas por hacer cumplir sus derechos, no se ha discutido que lo que menos tenían estos tipos aquí era una cárcel y menos un merecido castigo.

Cómo será que para pedir que alias Don Berna no fuera sometido a una prisión de alta seguridad, su abogado Paul Nalven argumentó que este criminal “no supone en absoluto una amenaza física para nadie” y para demostrarlo afirmó sin pudor: “En la prisión de Colombia tenía su propia oficina con fax y mesa, y trabajaba como un hombre de negocios” (El Tiempo/mayo 15).

¿Era preferible esta “catedralización” a cambio de unas mínimas confesiones y unos pedazos de tierra? Por esas volteretas de la vida en nuestro país, tal vez habríamos estado dentro de dos o tres años viendo a los hampones reintegrados a la “normalidad”. El periodista Juan Carlos Pastrana alertaba en la última Semana: “Vamos a tener que convivir en una sociedad donde tengamos que sentarnos a la mesa con unos genocidas que tienen 15.000 cadáveres al hombro”.

La extradición de estos señores de la guerra no tiene reversa, así el Presidente anuncie que si no colaboran allá los vuelve a traer acá (¿cómo lo hará, le alcanzará el tiempo?). Ahora las víctimas, rodeadas de la sociedad, deben exigir el cumplimiento de los compromisos anunciados y de las promesas hechas por el Gobierno.

Las extinciones de dominio tienen que acelerarse, así como el desmonte del testaferrato que los ‘paras’ dejaron bien encriptado en Colombia (como una manera de proteger a los testaferros para que no fueran judicializados). Gracias a lo cual, alias Macaco tiene dólares para pagar en Estados Unidos y dos abogados a falta de uno. Y que no ocurra como con los US$82 millones de las caletas de alias Chupeta, que siguen guardados porque no se les ha aplicado la extinción, con el riesgo de que Estados Unidos los reclame como suyos.

Y el país debe mirar y el Gobierno permitir que se mire cómo pagan su pena en Colombia los ‘narcos’ y los ‘paras’, y por qué Don Berna podía seguir siendo “un hombre de negocios” en la cárcel (imaginemos qué clase de negocios hacía el jefe de la Oficina de Envigado). Aquí alguien más que ellos está debiendo la verdad.

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