¿Quién le teme a Vargas Lleras?

María Elvira Samper
06 de junio de 2015 - 09:00 p. m.

Como si a la Mesa de La Habana —y al propio Gobierno—, no le sobraran problemas y ruidos innecesarios, la exsenadora Piedad Córdoba, que no se caracteriza propiamente por los dones de la prudencia y la oportunidad, acaba de sumarle uno de muchos decibeles al proponer a Humberto de la Calle, cabeza de los negociadores del Gobierno, como candidato para las presidenciales de 2018, pues considera que garantizaría la continuidad del proceso en la etapa de transición.

No tengo duda de las buenas intenciones de la exsenadora, que no da tregua en la lucha por la solución negociada del conflicto, causa que en un país regodo donde son legión los enemigos —agazapados y descubiertos— de las negociaciones de paz, le ha traído muchos y muy graves problemas.  Tampoco dudo de las razones que le asisten para haber lanzado esa propuesta, ni de la legitimidad y realismo de sus preocupaciones por la implementación del muy posible acuerdo con las Farc si las riendas del próximo gobierno no quedan en manos de alguien que defienda el proceso. Y albergo aún menos dudas sobre la experiencia, el conocimiento y las capacidades de De la Calle para orientar y aterrizar los acuerdos en la etapa del postconflicto. 
 
Pero como bien dice el capítulo 3 del Eclesiastés, “hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa  bajo el sol”, y éste no es el adecuado para la propuesta de Piedad. No obstante, es fácil suponer por qué puso a sonar el nombre de De la Calle, quien de inmediato rechazó la postulación. Teme que pueda convertirse en realidad la Presidencia de Vargas Lleras, que guarda un silencio estratégico sobre la negociación de La Habana porque descree del proceso y por eso mismo no da garantías sobre su continuación y/o implementación. 
 
Desde su cargo y a cargo de los ministerios de Vivienda y de Transporte, cuya gestión se traduce en obras —muy rentable en términos políticos—, el ‘vice’ está jugando duro para pavimentar el camino hacia la presidencia en 2018. Por medio de su partido Cambio Radical y teniendo como punta de lanza en la región Caribe a los hermanos Alejandro y Arturo Char —nuevos chachos de la política costeña y financiadores de sus campañas—, el objetivo es consolidar una candidatura que solo cuenta con nueve senadores y que, al menos en el arranque, no tendría el apoyo de los partidos Liberal y Conservador, los otros dos partidos de la Unidad Nacional. Un proyecto en el que avanza como un bulldozer y en el que “todo vale”. 
 
No de otra forma se explica la tácita aprobación del aval de los Char a la guajira Oneida Pinto (ficha del exgobernador Kiko Gómez, también avalado en su momento por Cambio Radical y hoy preso por graves delitos), y el tácito beneplácito a la renuncia de Carlos Fernando Galán a la dirección del partido, de nuevo derrotado en su intención de depurarlo y apoyar sólo candidatos libres de toda sospecha. 
 
El paso de Galán al costado significa la remoción de un obstáculo serio para que sus alfiles regionales  (los Char con creciente influencia en la Costa entre los principales), puedan otorgar el pase incluso a candidatos de dudosa ortografía, y hacer alianzas para apoyar candidatos con las manos no propiamente consagradas al Sagrado Corazón, como Luis Pérez para la gobernación de Antioquia y Rosa Cotes para el Magdalena. Cabe recordar que entre los partidos con congresistas condenados por ‘parapolítica’, Cambio Radical ocupa el primer puesto con seis senadores y nueve representantes (verdadabierta.com)
 
Con razón Piedad Córdoba le teme a una eventual presidencia de Vargas Lleras, pero atravesarle en estos momentos el nombre del negociador Humberto de la Calle no parece la mejor estrategia. Cada día trae su afán y aún  falta que corra mucha agua bajo el puente. 
 

 

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