Dos columnas
Como leal lector de este diario, quiero felicitarlos por la publicación de la columna de Catalina Uribe sobre la necesidad de revisión del canon tradicional. Columnas como la de Catalina me dan la esperanza de que en este país existen mentes críticas que, gracias a su expresión y publicación, nos abren los ojos sobre temas relevantes en el desarrollo de un pensamiento colectivo diverso que al final busca aportar al progreso. Es paradójico y también muy liberal que la columna de Catalina haga referencia a otra publicada en este mismo medio, la del reconocido columnista reaccionario Mauricio Botero. Como lector, me agrada constatar que este diario fomenta la diversidad de pensamientos. Aun así, admito que me quedo con los argumentos de Catalina, siendo estos mucho más fuertes y universalistas.
Hace un mes, el comité que otorga el Premio Goncourt a la mejor novela en lengua francesa optó por un canon literario tradicional y muy “francés”, y dejó de lado la opción de entregarle este premio a la escritora camerunesa Djaili Amadou Amal por su novela Les impatientes, a pesar del uso magistral que hace de la lengua francesa y del tema muy relevante que trata. Ambas columnas me hicieron pensar en este suceso literario galo.
Felicitaciones por mantener esta pluralidad de opiniones, tan solo les pido que nunca dejen de publicar a jóvenes pensadores que nos abren los ojos sobre temas tan relevantes como es el caso de la columna de Catalina Uribe.
David Dewez.
Y otra más
No es la primera vez que Alberto Donadio abusa de su pluma para injuriar y calumniar. Ahora decidió desempolvar sus odios personales y políticos, primero para hacerlo con el expresidente Virgilio Barco y, como ello tampoco le resultó, con mi padre, José Manuel Arias Carrizosa, sindicándolo mendazmente de conductas indebidas, a sabiendas de que murió hace algún tiempo.
En efecto, la columna publicada el 21 de enero, por el señor Alberto Donadio contra mi padre, titulada “Barco, un gran demócrata”, no hace más que ratificar su inmensa capacidad de mentir y de deshonrar a la gente de bien. Ofende la memoria del presidente sin sustento alguno, haciendo afirmaciones que nadie en sano juicio puede creer. Donadio es el único que, en medio de su delirante perversidad, entendería que para reducir la violencia en Colombia había que asesinar al grupo político de la Unión Patriótica. Nadie sensato se imagina al señor Rafi Eitan dando una recomendación que lo único que podría producir era el efecto contrario. Pero resulta más perverso que para sostener esa vergonzosa y ultrajante tesis de la participación del presidente Barco en ese hecho oscuro de la historia se apoye en falacias y “sospechas”, como afirmar que hubo un enriquecimiento por parte de mi padre, José Manuel Arias Carrizosa, cuando fue absuelto por todos los organismos de control que asumieron el conocimiento del caso. Resulta aún más delirante afirmar que hay “sospechas” de que la salida al extranjero de Daniel Samper Pizano se debió a amenazas surgidas por las denuncias contra mi padre, ignorando otras versiones sobre la intervención de organizaciones criminales en las amenazas que suscitaron el injustificado exilio que debió padecer este reconocido columnista. Definitivamente hay momentos en que los seres humanos deben pensar en un retiro digno como en el caso del señor Donadio, porque sus disparates no hacen sino ofender la memoria de quienes fueron unos demócratas integrales al servicio de la patria y de contera sacudir su prestigio erigiéndose en adalid de la moral propalando mentiras y convirtiendo en verdades sus mezquinas sospechas.
Herman Arias Gaviria.
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