No, que no debemos decir reforma pensional, nos dicen. Que se llama sistema de protección de la vejez, nos imponen, así parezca un lenguaje dulzarrón, paternalista y solidario. Como si no se tratara de un derecho adquirido, vinculante y digno.
Un eufemismo, claro está, para impulsar la utopía de jubilarse con dos horas diarias de trabajo, a manera de globo de ensayo que no tiene la misión de calibrar opiniones, sino de domeñarlas con vaselina.
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