Al final el miedo fue uno de los protagonistas. Logró que la gente se atrincherara con armas tan peligrosas como ridículas, que los medios amplificaran ataques falsos e inminentes, que la Policía corriera tras las hordas imaginarias alimentadas por Twitter y WhatsApp. Miles de llamadas a los números de emergencia en Cali y Bogotá confirmaron el pánico colectivo. Las pesadillas sociales pueden ser tan ciertas como las de los niños que se desatan como un eco en un cuarto oscuro.
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