Rabo de ají

Reducir la política

Pascual Gaviria
07 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.

Las grandes decisiones electorales cada vez están más alejadas de páginas como estas, de los análisis políticos, las columnas de opinión, el trabajo de los reporteros y los hechos probados. Las gracias y las furias empujan ahora a los electores, cada día más parecidos a las máscaras de risa y llanto que enmarcan los salones teatrales de los colegios. La riada de memes, noticias ideadas, amenazas supuestas y advertencias calculadas arrastran a los medios, a los electores e incluso a los cuarteles de campaña. Todo se mezcla y se contamina, los electores crean y obedecen, los “ciudadanos ahora son groupies de la información excitante”. Por eso la “loca de la naranjas” termina haciendo publicidad de House of Cards, varias empresas brasileras pagan por debajo cerca de tres millones de dólares para mover grupos de WhatsApp con cadenas que multiplican rumores desde cuentas cruentas y el alcalde de Medellín contrata un nido de defensores a control remoto.

La campaña por las elecciones legislativas que acaban de pasar en Estados Unidos ha dejado un ejemplo perfecto de la inercia electoral en tiempos del drama, la indignación y el meme. Tres palabras fueron suficientes para alentar la idea más fuerte del Partido Republicano en el tramo final de campaña: #JobsNotMobs. La frase venía acompañada de un video con líneas de noticias sobre la mejora del empleo y algunos trabajadores en una planta ensambladora cubiertos por la palabra “jobs”, combinados con turbas de manifestantes quemando consignas acompañandos de la palabra “mobs”. Primero se hizo viral en Twitter, luego la frase comenzó a girar sola, más tarde un caricaturista, afín a Trump, la sugirió como eslogan de campaña y al final era un cuadro sencillo de dos imágenes y tres palabras. La reacción airada de los demócratas terminó por darle el impulso final. Cuando ya había sido replicada por algunos actores (“los famosos deciden qué triunfa y qué pasa desapercibido”) y por medios cercanos a los republicanos, solo faltaba la iluminación definitiva: Donald Trump la trinó desde su cuenta oficial. Sin arandelas, solo #JobsNotMobs. Una semana después de su aparición anónima era elemento oficial de la campaña. El creador original dice que trabaja en consultorías digitales y cobra 200 dólares la hora por entregar claves sobre “guerra memética”.

Luego de la campaña presidencial en Estados Unidos en 2016, los medios tradicionales han seguido perdiendo terreno frente a las tómbolas que giran con impulsos partidistas o diligencia activista de las redes sociales. Los portales de los extremos ideológicos marcan las discusiones mientras los medios tradicionales intentan contrastar, entrevistar, analizar declaraciones y propuestas. Un estudio sobre la reciente campaña hecho por el Oxford Internet Institute reveló que “la proporción de fuentes de noticias basura (se intenta un término más preciso que el simple fake news) que circulan por Twitter ha crecido cinco puntos desde 2016, lo que significa un 25 % de todas las URL capturadas durante el estudio. Los links compartidos de medios tradicionales sumaron solo el 19 % del total”.

Hoy los extremos hacen mucho mejor las tareas electorales, los políticos se exasperan o se aquietan según la necesidad ambiente, se impone un lenguaje primario y corrosivo. El ataque a Bolsonaro en medio de una manifestación, el envío de bombas a personajes demócratas hacen que la realidad supere al meme. Se necesitan golpes, golpes fuertes, las campañas solo se ganan por pequeños y sonoros nocauts.

 

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