Reflexiones

Hernán Peláez Restrepo
13 de febrero de 2008 - 06:36 p. m.

Uno quisiera y también los técnicos que las selecciones nacionales funcionaran como un equipo. Es decir, con la repetición de juegos y de entrenamientos, la mecanización en movimientos van aflorando y se hace más fácil conseguir los objetivos primarios, como son ganar y jugar con orden.

Hace unos años algunas selecciones recurrían a la mayoría de jugadores de determinado equipo. Así, por ejemplo, Argentina disputó las eliminatorias al Mundial del 58 convocando a ocho jugadores del River Plate y sólo llamando a Corbata y Dellacha de Racing, y Lombardo, de Boca Juniors. En 1965, Palmeiras, con titulares y suplentes, se vistió con la verde amarilla de Brasil para chocar con Uruguay, en la inauguración del Minerao. Fue curiosamente la única vez que un técnico extranjero, el argentino Filpo Núñez, dirigió a Brasil. El Bayern de Munich fue base de las selecciones germanas de la década del noventa.

Hoy en día, esa clase de ensayos desapareció. Mal podría ser el Internazionale de Milan o la Roma, la base de la selección italiana por la cantidad de jugadores extranjeros que tienen.

En Colombia, en plena era Maturana, Atlético Nacional aportó la mayoría de jugadores, porque Higuita, la defensa y los volantes, Leonel y Barrabás, tenían memorizado el plan de juego del técnico. De ahí en adelante, la zona de creación y definición eran reservados a otros jugadores de distintos equipos.

Esto da pie para una reflexión sobre el empate de Colombia con Uruguay a dos goles en Montevideo. No se pudo ver, por la cantidad de cambios y la falta de coordinación, amén de los experimentos, Perea y Zapata, por citar uno solo. No tuvo sentido de equipo, aunque se aplauden la entrega y la combatividad, sin complejos ante un rival, que ‘despertó’ en el segundo tiempo por el ingreso del apodado Cebollita Rodríguez.

Así el asunto, es preferible señalar algunos trabajos individuales, para justificar la ausencia de equipo. Agustín Julio, con un solo error al intentar cortar un centro en el primer tiempo, continúa justificando su titularidad. Magnelli Torres, con poco tiempo de juego, funcionó mucho mejor que Giovanni Hernández. Aunque Édixon Perea, quien marcó los dos goles, el único delantero titular seguro es Wason Rentería, porque Falcao ni la tocó. A Rubén Darío Bustos le costó mucho marcar a quien aparecía por su costado, Steven Vélez muy poco pudo pasar al ataque. Gerardo Bedoya trabajó dentro de su estilo; Cristian Zapata mostró buenos recursos y Freddy Guarín señaló progresos.

Claro que la lección recibida enseñó que la manera más práctica para asegurar un resultado cuando se está ganando dos a cero, es continuar pensando en el ataque y evitar, como ocurrió, que el contrario tenga espacios en el medio campo, porque la selección se echó para atrás, creyendo cerrar el partido como dicen los técnicos y jugadores experimentados. Los uruguayos encontraron en Abreu el experto para cabecear y bajar el balón al compañero como ocurrió en uno de los goles. Y los  centros aparecen cuando en los costados no se aprieta al lanzador. Parece fácil y seguramente es difícil para quien juega.

Por eso, no se vio selección compacta en el juego. Se apreció el aporte de valores individuales, pero para ganar es necesario tener sentido de equipo. La voluntad sobró.

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