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Reflexiones socio-políticas galanistas (III)

Hernando Roa Suárez
23 de septiembre de 2008 - 01:25 a. m.

Colombia debe ser solidaria con los países que tienen o han recuperado las instituciones democráticas en especial con los pueblos latinoamericanos que buscan librarse de dictaduras y gobiernos totalitarios. L.C.G.

Cuando revisamos los delineamientos básicos de nuestra vida política, debemos tener en cuenta permanentemente la trascendencia que tiene la dirección de las relaciones internacionales. Ahora bien, el proceso del desarrollo político de Galán recibió un positivo fortalecimiento, a raíz de su labor como embajador. El ejercicio de sus estudios en Italia y el cumplimiento de sus obligaciones diplomáticas, le permitieron ampliar su pensamiento y reflexión a las orientaciones más significativas del mundo internacional preservando, cuidadosamente, la defensa de los intereses nacionales.  Recordemos que, el sano nacionalismo galanista, como el de Uribe Uribe y Gaitán, permeó la totalidad de sus análisis y propuestas.

Examinemos entonces, algunas de las orientaciones básicas que propuso para articularnos a un mundo multipolar. Me ocuparé de presentar sus puntos de vista sobre: la Comisión Asesora; la descoordinación en el manejo de las Relaciones Exteriores; el impacto de la desmembración de la Gran Colombia y la segregación de Panamá; la falta de interés de los gobernantes; hacia una perspectiva multipolar; la política económica y social y la estrategia externa; la reestructuración de la Cancillería; y los colombianos dueños de nuestro destino.(1)

La Comisión Asesora de Relaciones Exteriores: Colombia ha carecido de una política exterior clara y consistente.  Ha predominado en las actuaciones de nuestra Cancillería una política “facilista y dependiente” de las posiciones de la potencia en cuya área de influencia se encuentra nuestro país. El mecanismo que se estableció para diseñar la política internacional con respaldo interpartidista, la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, no ha funcionado como debiera y poco se convoca.  La excesiva preocupación de los gobiernos en los aspectos burocráticos ha perjudicado el diseño de adecuados criterios de manejo de nuestros intereses internacionales para desarrollar una verdadera capacidad negociadora.

La descoordinación en el manejo de las Relaciones Exteriores: De otro lado, el manejo de nuestras relaciones exteriores se realiza en forma descoordinada. Los aspectos políticos y económicos se tratan separadamente y entidades como la Federación Nacional de Cafeteros, Incómex y Proexpo actúan en forma aislada del Ministerio de Relaciones Exteriores.  Si bien el “bajo perfil” de nuestra actuación internacional ha tenido algunos intentos modificatorios, con diversos resultados, no ha alterado mucho la línea de conducta de alto compromiso con Estados Unidos.

El impacto de la desmembración de la Gran Colombia y la segregación de Panamá: Históricamente la desmembración de la Gran Colombia implicó muchas dificultades de límites territoriales con los vecinos, lo que ocupó la mayor parte de nuestra gestión diplomática en los últimos cien años.  Pero, quizás, lo que más signó nuestra política exterior fue la traumática lección de la segregación de Panamá, que paradójicamente nos ligó de una manera permanente a la diplomacia norteamericana y además nos volvió formulistas frente al Derecho Internacional como instrumento de nuestra política exterior y como manifestación de nuestra aparente debilidad negociadora.

La falta de interés de los gobernantes: Colombia ha sido un firme aliado de los Estados Unidos. Inclusive se ha involucrado en acciones de alto compromiso como la Guerra de Corea que han llevado a nuestro país a perder personalidad en el contexto internacional. La razón del poco interés de los gobernantes colombianos por un mayor protagonismo exterior, está tal vez dada por una falta de conciencia o de proyección de nuestro posible peso específico en la balanza mundial, sobre nuestra posición geoestratégica y sobre nuestras ventajas comparativas y otras alternativas de relaciones o de desarrollo de las existentes.

En años recientes la diversificación de relaciones comerciales en beneficio del comercio intrarregional latinoamericano, del


comercio con Europa y el Japón, permite pensar que va pasando la época de la llamada “relación especial” con Estados Unidos, si bien nuestra debilidad financiera nos mantiene bajo la marcada dependencia de la banca norteamericana.

Hacia una perspectiva multipolar: Debemos mirar al Caribe, en donde la intervención en el Grupo Contadora nos ha demostrado una capacidad cierta de influencia.  Debemos mirar a Latinoamérica antes que buscar otras latitudes, para desarrollar allí una capacidad negociadora que signifique una nueva perspectiva para nuestras relaciones internacionales. Debemos mirar al Pacífico para estrechar vínculos con las naciones de ese sector geográfico.  Debemos apreciar nuestras relaciones con Europa y en especial las que existen con los compradores de café, así como los vínculos especiales con España. En fin, debemos tener una perspectiva multipolar del planeta.

La política económica y social y la estrategia externa: Una política internacional no puede desarrollarse con bases en partes y apoyos a terceros sin conexión alguna con el contexto nacional. Como metas esenciales se deben establecer objetivos que, en función de las prioridades internas, resultarían aconsejables en nuestras relaciones internacionales; es decir, las características de la política económica y social deben influir en las metas sustantivas de la política internacional. Parte esencial del desafío del desarrollo económico para los próximos años consiste en ser capaces de perseverar e incrementar nuestra diversificación económica ante el auge del sector minero y elaborar una acción internacional consecuente, tanto en los instrumentos de comercio internacional como en los foros económicos mundiales.

Por lo tanto, gran parte de la política internacional de un país depende de las características de sus políticas internas y de su modelo de desarrollo económico y social.  Lo que no presenta elementos de dependencia con estas políticas es, indudablemente, el proceso de fortalecimiento del poder internacional del país como una meta instrumental,  pero definitiva, para la atención de los objetivos esenciales.

Se trata de formular una política internacional coherente con las necesidades e intereses de nuestro pueblo y para eso debe fundamentarse en tres pilares: a) El no alineamiento como marco general; b) El contexto regional latinoamericano como elemento orientador; y c) El interés nacional como deudor.

a) El no alineamiento. Nuestra participación en él, por lo tanto, debe estar dirigida al establecimiento de métodos y estructuras que refuercen de desarrollo de políticas abiertas para los miembros con aspiraciones honestas a la paz, a la justicia y al progreso. En este sentido se impone la diversificación y el mundialismo en nuestras relaciones con la comunidad internacional sin factores inhibitorios derivados de ideales, sistemas de gobierno, localización geográfica, etc.

b) América Latina. El contexto natural por razones geográficas, histórico-sociales, culturales y económicas para desarrollar una coherente política internacional, debe ser América Latina. Esto supone una política que considere nuestro aporte a la región y el aporte de la región en nuestro beneficio y el de la actuación en conjunto para la totalidad y cada uno de los miembros. Por lo tanto, se debe propugnar por el desarrollo y el fortalecimiento de una estrategia latinoamericana con capacidad negociadora, con base en intereses comunes, y buscando soluciones adecuadas para nuestros problemas garantizando de esta manera una presencia de importancia en el panorama mundial, que nos dé autonomía regional siendo conscientes de que muchos problemas escapan a soluciones nacionales pues países que pueden actuar en conjunto, viven situaciones semejantes.

Propugnamos por un nuevo orden económico internacional que contenga previsiones esenciales que conduzcan a la reforma del sistema monetario internacional, a la racionalización de las condiciones de pago de la deuda externa en América Latina, a la reforma del FMI, a la coherencia entre los distintos procesos de negociación de los países periféricos con las grandes potencias y otros aspectos definitivos, para los países en vías de desarrollo, como los relacionados con la innovaciones científicas y tecnológicas.

Es fundamental para los intereses de Colombia apoyar la concertación y coordinación de la integración regional andina, tanto como medio de expansión en sus relaciones económicas y en sus propósitos de desarrollo interno, como para el fortalecimiento de la posición negociadora de los intereses colombianos y subregionales específicos ante el resto de América Latina, como frente a la Comunidad Económica Europea, los Estados Unidos, el Came y otros foros o entidades internacionales.

La OEA y el sistema interamericano debe conservarse como un instrumento de diálogo entre los Estados Unidos con Latinoamérica y Canadá y con los demás países anglófonos de reciente descolonización pero dentro de un marco


institucional que, reflejando la diversidad política, cultural, social y económica pueda desarrollar políticas concertadas.

Debe buscar la formación de un foro político regional latinoamericano como medio práctico de revitalizar el sistema interamericano y de ampliar la coordinación regional en la Naciones Unidas y en cualquier otro foro de interés mundial.  Es indispensable una entidad política regional, no solo en función del robustecimiento de poder internacional de la región, sino como medio de solución pacífica de controversias regionales y como mesa de negociación de temas tales como el desarme entre países de América Latina. Debe tenerse en cuenta que un sistema interamericano operativo y sano pasa necesariamente por el fortalecimiento de la región latinoamericana, para un adecuado equilibrio entre los negociadores.  Colombia debe ser solidaria con los países que tienen o han recuperado las instituciones democráticas y en especial con los pueblos latinoamericanos que buscan librarse de dictaduras y gobiernos totalitarios.

c)  El interés nacional. Se hace necesario ventilar los problemas pendientes fronterizos dentro de esquemas jurídicos y políticos contemplados en tratados bilaterales o multilaterales, lo cual ha sido la tradicional postura que la Nación ha adoptado de respeto a las vías jurídicas y a los métodos ceñidos al entendimiento pacífico entre naciones.

Se precisa la aplicación de una decidida política de desarrollo de las zonas fronterizas y también su vinculación efectiva al Plan Nacional de Desarrollo y a la economía de la Nación, para que se logre así una soberanía real; y se adelante un esfuerzo vigoroso que permita mantener una presencia activa en tales zonas y en las posiciones insulares del territorio y que sea capaz de irrigar beneficios reales a sus pobladores.

Es aconsejable para las relaciones colombo-venezolanas tomar decisiones que ya se hacen impostergables después de tantos años de conversaciones sobre el llamado “diferendo” en el tema de las áreas marítimas y submarinas.

La reestructuración de la Cancillería: Propugnamos por la reconstrucción de nuestra Cancillería, que no ha logrado reflejar en sus mecanismos las necesidades de una política internacional moderna. Debe estructurarse una verdadera carrera diplomática. Los funcionarios deben estar rigurosamente formados en las disciplinas y técnicas de negociación internacional para poder tener un verdadero ente diseñador, ejecutor y coordinador de nuestra política exterior.

Colombia debe hacer un gran esfuerzo para reforzar y complementar el marco de sus relaciones con los países ribereños del Pacífico, integrándose a sus instituciones y organismos vinculándose a sus culturas e incrementando sus relaciones económicas para lograr lo que podría llamarse la “Apertura al Pacífico” que, para nuestro país, debe significar la puerta de entrada al sigo XXI.

Los colombianos dueños de nuestro destino: En este orden de ideas la riqueza energética en recursos hídricos, carbón y petróleo, señala líneas precisas de acción entre los países interesados, particularmente Estados Unidos, Japón y los de Europa.  Su participación en el mercado mundial del café.  Su característica de país dominante en los ríos comunes que riegan a Venezuela, así como poseer una amplia Costa Pacífica, pueden ser elementos importantes para una política constructiva y solidaria con el país vecino. Ser país amazónico constituye un elemento esencial en la política ante Ecuador, Perú y Brasil. Los dos océanos imponen prioridad en las negociaciones internacionales sobre el mar. El segundo canal interoceánico llegará a ser de la mayor importancia para la URSS, Estados Unidos y las otras potencias marítimas, así como para México y Venezuela.

Ser poseedor de un segmento en la órbita geoestacionaria configura precisas necesidades de acción política internacional. La multiplicidad de fronteras y la vastedad de sus dominios marítimos particularmente caribeños, entre otras ventajas, hacen de Colombia una esquina estratégica que cada vez será más significativa para los grandes intereses mundiales. Sólo una conciencia clara de tan particular situación permitirá que los colombianos podamos ser dueños de nuestro propio destino y no instrumentos torpes de intereses ajenos.

Y una pregunta final: ¿cuáles de estas reflexiones y criterios galanistas deben ser aplicados en nuestros días para retomar el papel que Colombia está llamada a tener en la CONASUR?

1 Para ampliar estas reflexiones, véase el documento: “Nuevo Liberalismo para una Colombia Nueva” en: Galán un proyecto político por continuar. Cámara de Representantes, Imprenta Nacional Bogotá. p.p. 82-87

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