Construir democracia

Reflexiones sociopolíticas contemporáneas (I)

Hernando Roa Suárez
06 de septiembre de 2017 - 03:00 a. m.

La más bella y profunda de las vocaciones,

es la política, cuando se ejercita éticamente.

Observaciones introductorias. En ejercicio de mi labor académico-periodística, me he dado a la tarea de elaborar, de vez en cuando, reflexiones sociopolíticas que recogen parcialmente mi pensamiento. Ahora estamos en un momento especial de la evolución del proceso político colombiano donde el gobierno debe ocuparse, amén de su labor corriente, de: Continuar con las negociaciones con el Eln; orientar e impulsar en el Congreso la Reforma Política; fortalecer democráticamente el proceso electoral que se avecina; estudiar, debatir y definir cómo es que el Estado debe enfrentar -de veras- el actual problema estructural de la corrupción; y, organizar y dirigir –con conciencia democrática- los cambios que conlleva la implementación de lo acordado. Esta última tarea implica formular, implementar y evaluar políticas públicas para los próximos cuatro decenios, teniendo como objetivo sustantivo enfrentar los problemas históricos de nuestra inequidad.

Los demócratas sabemos que necesitamos actuar responsablemente, para aunar los aportes de los sectores público y privado utilizando apropiadamente los recursos humanos y territoriales de nuestro gran país. La labor política debe ser adelantada, sin más improvisaciones e indelicadezas de astutos y sicopatologizados buscadores de poder, que han sido incapaces de actuar como hombres de Estado que practiquen la política como la más bella de las vocaciones, sirviendo a la población con consagración patriótica. Recordemos que en este sentido actuaron, en el ejercicio del poder, estadistas de la calidad de Alberto Lleras Camargo y Darío Echandía Olaya, por ejemplo. Ellos fueron hasta el fin de sus días paradigmas de inteligencia, vocación de servicio y eticidad en sus conductas.

Quienes conocemos la diversidad territorial y cultural colombiana, sabemos bien que, hace ya decenios, la mayoría de la población se ha desvinculado de la práctica política, porque gran parte de sus líderes la convirtieron en un burdo negocio denominado, en el decenio de los 70, como empresas electorales. La última prueba empírica del hastío de nuestra población -con las prácticas politiqueras- la tuvimos con la abstención del 63% de la población, con capacidad de votar, a raíz del plebiscito del 2 de octubre de 2016, y esto es muy grave para el desarrollo institucional colombiano.

Objetivos. Son objetivos de esta serie: Primero. Facilitar un espacio de reflexión que nos permita pensar en torno a las implicaciones actuales de la política como arte y ciencia. Segundo. Contribuir al debate sobre los fundamentos de la disciplina y las prácticas de la política. Tercero. Poner a la consideración y análisis del lector, algunos planteamientos sobre la política y la antipolítica y formular propuestas frente a la crisis contemporánea nacional; y Cuarto. Propiciar el trabajo en grupos y la utilización de la dialogicidad, de tal manera, que permitan ahondar nuestra conciencia democrática y actuar en consecuencia.

Importancia de la política. Si revisamos algunos momentos críticos de la política colombiana, encontramos que: el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán; la toma del Palacio de Justicia; el terrorismo agenciado por Pablo Escobar, en el decenio de los 80; la crisis de 2008; y la eclosión de la corrupción en el poder judicial en 2017, tenemos cinco hitos sustantivos cuyo estudio facilita comprender nuestro proceso histórico en los últimos 60 años. Ante los hechos, la mayoría de los colombianos hemos demostrado una capacidad excepcional para asimilar estos graves acontecimientos, que han amenazado seriamente la estabilidad de las instituciones y de nuestra democracia. Más, ante los últimos acontecimientos ocurridos en el interior de nuestras Cortes, hay que pensar y actuar con dimensión de profundidad. Es la hora de ejercer la política como arte y como ciencia, y recordar al Maestro Echandía cuando, con autoridad, nos llamó la atención sobre la necesidad de cambiar las costumbres políticas.

La política como arte. Al reflexionar en torno a las actividades humanas, encontramos que una de las más significativas, decisiva y antigua, es la política. Si pensamos en su precisión conceptual, conocemos que ya hace 2.500 años, en Grecia, se consideraba como el arte de gobernar, como el arte de realizar el bien común. Deliberando en esta especificidad, sabemos que la labor política es fundamental para la realización de todo ser humano, en la medida en que es una de las concreciones de su ser social. Porque somos seres sociales debemos realizarnos con los otros; y ello es viable en la medida en que contribuyamos a nuestra realización política. Mas esta posibilidad exige estudio, dedicación, cuidado, compromiso y conciencia crítica frente a una realidad cambiante que se nos presenta, ingenuamente, como acabada, definida y organizada.

Veamos ejemplos precisos donde estas cualidades fueron practicadas en el siglo XX. Recordemos en primer lugar, que Charles de Gaulle fue un gobernante que demostró, desde sus años juveniles, la importancia de combinar el estudio con la inteligencia, la disciplina y el amor a Francia para llegar a ser un estadista y humanista, con magnífico dominio de la palabra hablada y escrita. Consagrados a la reconstrucción de los ideales cimeros alemanes, es edificante recordar la dedicación de Konrad Adenauer, Ludwig Erhard Y Wilhelm Röpke, con que actuaron para avanzar en la concreción de su proyecto político designado como “La sociedad formada” (Formierter gesellschaft). ¿Cómo olvidar el cuidado y la responsabilidad política con que trabajaron John F. Kennedy y Nikita Kruschev en 1961, frente a la crisis de los misiles que amenazó seriamente con desatar la Tercera Guerra Mundial?

Cuando hacemos memoria del proceso de descomposición de las costumbres democráticas, en que desembocó la dictablanda rojista (1953-1957), está para la historia el compromiso con los ideales de la democracia encarnado por el liderazgo político y ético de Alberto Lleras Camargo. Él descendió de los riscos Uniandinos para convocar a un proceso que permitió recuperar la institucionalidad y transparencia que deben poseer los procesos políticos.

Y por supuesto, como fue rememorado en diversos textos y eventos en 2008, tenemos el ejemplo de la conciencia crítica ejercida por el señor presidente Carlos Lleras Restrepo en su ejercicio del poder. Sabemos que se preparó desde joven para gobernar y, conocedor de los graves errores cometidos por sectores elitistas de la política colombiana, preparó y concretó la más importante reforma político-administrativa del siglo XX (1968), que permitió actualizar al Estado y acercarse con eficiencia y eficacia a la práctica de la política social, diseñando un plan de desarrollo que buscaba la redistribución del ingreso y el fortalecimiento de la más importante institución política: el Estado.

La política como ciencia. Precisada condensadamente su conceptualización como arte, ¿qué podría ser la política como ciencia? Como resultado de un proceso de decantación y como un esfuerzo inter y transdisciplinario, realizado por los científicos sociales (historiadores, economistas, sociólogos, politólogos, psicólogos, filósofos, psicoanalistas, antropólogos, geógrafos, juristas, lingüistas, administradores públicos y trabajadores sociales) especialmente a partir de la Segunda Guerra Mundial, se concreta su especificidad. Gracias al aporte suministrado por las disciplinas anteriores, se mejoraron los cuestionamientos epistemológicos, las dimensiones teóricas, los aspectos conceptuales, las estructuras metodológicas y el conjunto de las técnicas.

Así, se buscó evitar que los hechos y procesos políticos se analizaran basándose en juicios de valor. Se deseó entonces trabajar, sobre todo, con juicios de ser o realidad. Por ello se ha tratado, dentro de la objetividad del conocimiento alcanzable en ciencias sociales, que los análisis políticos sean fácticos, especializados, claros y precisos, verificables, metódicos, sistemáticos, productivos, abiertos y útiles. La disciplina se fue consolidando y desarrollando poco a poco, hasta encontrar un magnífico respaldo que, en el mundo occidental, se expresó en investigaciones, centros de documentación, bibliotecas, instituciones universitarias, asociaciones de egresados, asesores y consultores gubernamentales y no gubernamentales, a escala nacional e internacional.

En la América Latina en general, y en Colombia en particular, la disciplina recibió un impulso a partir especialmente del decenio de los sesentas. Los esfuerzos latinoamericanos gubernamentales, concretados en la ELACP (FLACSO), de Santiago y los trabajos de algunos centros mejicanos dedicados a las ciencias sociales, permitieron que la disciplina tuviera una importante expansión.

Entre nosotros, la Escuela Superior de Administración Pública, la Universidad de los Andes, la Tadeo Lozano, la Javeriana, la Nacional, el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Externado, el Rosario, la Universidad de Antioquia, la del Valle, la del Norte... han sido precursores e impulsores, cada uno a su manera, de esta disciplina social. En Colombia, ya no es extraño contar con politólogos y administradores públicos, altamente calificados en formación política, y especialistas en relaciones internacionales y gobierno, con adecuada preparación en el manejo de las finanzas internacionales y los intereses generales.

¿Y entonces, cómo conceptualizar la ciencia política? Como fruto de una labor académico-investigativa, iniciada a partir de 1964, hoy entiendo por ciencia política: la disciplina social que se ocupa del estudio sistemático del Estado; de la legitimidad; de la estructura del poder; de la gobernabilidad; de la composición de las clases y estratos sociales; de la organización de los partidos y movimientos políticos y sociales; de la problemática de la paz y la solución de los conflictos; de los procesos electorales; del funcionamiento de los grupos de presión; del proceso de la toma de las decisiones y de la problemática del liderazgo, en espacios y tiempos determinados.

En gran síntesis: la política como arte y como ciencia, se me presenta como útil herramienta para realizar estudios comprensivos de nuestra compleja realidad. Si la empleamos bien encontraremos alternativas a la encrucijada contemporánea. En la próxima columna nos ocuparemos de la antipolítica.

* Miembro de la Paz Querida.

roasuarez@yahoo.com.

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