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¿Reformar o eliminar el DNP?

Adolfo Meisel Roca
04 de enero de 2013 - 11:00 p. m.

EL DEPARTAMENTO NACIONAL DE planeación (DNP) se estableció en 1958, cuando en el Tercer Mundo las agencias multilaterales promovían la orientación centralizada de la estrategia nacional de desarrollo. Un complemento de esa entidad fueron los planes decenales de desarrollo económico que por esa época empezaron. Ese impulso contó con la asesoría del economista Lauchlin Currie, formado en la Universidad de Harvard y que se estableció en Colombia escampando del macartismo.

En términos del pensamiento económico Currie fue un keynesiano cercano a la ortodoxia de la época. Se identificaba también con la idea de que un puñado de “iluminados”, con excelente formación en teoría económica en las buenas universidades del exterior y del país, podían definir con bastante éxito la senda que deberían seguir las inversiones públicas y los incentivos a la inversión privada, para transitar hacia el crecimiento dinámico sostenido. Ese ha sido desde entonces el dogma que ha orientado la planeación en Colombia.

Hoy, 55 años después de la creación del DNP, algunos analistas creen que ha llegado la hora de eliminarlo: las economías capitalistas más dinámicas no cuentan con este tipo de organismos, donde se centraliza casi toda la capacidad decisoria en materia de inversión pública. Otros, menos radicales, consideran que no debe seguir funcionado solo como especie de guardián central de la calidad de la inversión pública, en un país en el cual las regiones han ido obteniendo una mayor participación en el manejo económico y político. Por lo tanto, piensan que ha llegado la hora de reformar la estructura y funciones del DNP para que esté acorde con el espíritu de la Constitución de 1991 y la Colombia del siglo XXI.

Paradójicamente, una de las primeras cosas que habría que hacer al reformar el DNP es retomar el espíritu inicial que tuvo cuando se creó, que era pensar en las grandes estrategias de desarrollo económico para el país. Esto se ha perdido con el paso de los años, pues el día a día de sus funciones absorbe las energías y el tiempo de sus funcionarios. No hay en su actual estructura una unidad o división dedicada al análisis de las grandes estrategias del crecimiento económico en el largo plazo. Esto sucede, además, en un país donde no hay carreteras, porque el Estado no tiene la capacidad institucional para adelantar obras de infraestructura pública de manera eficiente. Valdría la pena retomar las lecciones del recientemente fallecido Albert O. Hirschman (1915-2012), quien en su clásico La estrategia del desarrollo económico enfatizó el problema de la falta de capacidad decisoria como uno de los grandes problemas de los países con una débil institucionalidad. También valdría la pena tener en cuenta el interés de Hirschman por entender las políticas que empoderan a la población para participar de manera activa en la actividad pública. Esto a propósito de la necesidad de hacer una planeación más acorde con la naturaleza territorialmente heterogénea de nuestra economía. ¿Por qué debe estar todo el DNP en Bogotá? ¿Por qué razón no se toma una actitud más proactiva con el desarrollo regional? En esto último la experiencia del Brasil, con la creación de la Superintendencia para el Desarrollo del Nordeste , en 1959, para acelerar el crecimiento del Nordeste, es un ejemplo de un caso muy exitoso de promoción de una zona específica del país. Allí un nordestino, Celso Furtado, dirigió la estrategia del Brasil para su región rezagada. Es decir, todos remando para el mismo lado y no como sucede ahora con el DNP: allá los cachacos y en la selva los demás.

 

 

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