Regalar

Adriana Cooper
12 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.

Hay una imagen impactante que se repite en un centro comercial vecino cada viernes negro de noviembre: algunas personas caminan con la mirada perdida o con un gesto de tristeza en la cara mientras llevan paquetes recién empacados. Aunque hay objetos que valen la pena en esa noche y muchas personas tienen trabajo gracias a ella, me llama la atención este hecho porque comprueba con contundencia lo dicho por varios: los objetos ofrecen una felicidad fugaz, algunos se pagan durante meses, a veces se compran para llenar vacíos de días amargos que se instalaron en el cuerpo o para aparentar un valor que el espíritu aún no logra transmitir con potencia.

Cada año es posible ver cómo ese día de noviembre gana más fuerza y cambia la vida de muchos. En algunos edificios de Medellín la gente que vive cerca a los centros comerciales evita salir para esquivar el tráfico o pasan horas dentro de los carros. Desde las ventanas de las casas se ve una mancha de lucecitas rojas que parecen congeladas. Mientras las marchas con cacerolas para pedir justicia incomodaron, el desfile de motos o de carros por la llegada de las promociones pareció algo normal: un fenómeno que se instaló y que en los barrios más prósperos se repite. A propósito de este día, hay dos hombres que cada año hablan al respecto: Joshua Field y Ryan Nicodemus, conocidos como Los Minimalistas. Después de alcanzar deudas millonarias y ver cómo llevaban una vida alrededor de las cosas o del llamado sueño americano, comenzaron el camino de vuelta a lo esencial y fijaron prioridades. Actualmente ayudan a miles de personas en Estados Unidos y en otros países a liberarse de los objetos innecesarios, a resistir los impulsos de la compra, a quedarse con las personas realmente valiosas y a entender que somos suficientes para aquellos que realmente nos quieren y ven nuestro valor. A propósito del día de las rebajas, dijeron: “todo cuesta 100 % menos si no lo compras”, o “no hay nada malo con los regalos, pero es irresponsable para nosotros creer que comprarlos es un requisito para estas fiestas. Mejor vamos a celebrar lo que hay alrededor de nosotros”.

Una carta hecha a mano y con valentía. Cuidar los hijos a una mamá conocida para que descanse. Darle atención a quienes queremos. Decir la verdad a alguien sin crueldad y aunque perdamos. Visitar a la vecina triste por el perro que acaba de morir. Encender una vela para agradecer lo recibido. Mirar el interior de alguien, ignorar esa ropa tan diferente a la propia y resistir el juicio. Que las palabras sean nuestra ley y el ejemplo nuestra prédica, como dice Joe Dispenza. Celebrar que pudimos despedirnos de quien no nos valora. Reducir o recoger basuras. Por el planeta y para que la gente encargada de la limpieza termine más temprano su trabajo. Reconocer en público lo logrado y decir en privado los errores para evitar la vergüenza ante otros. Amasar una bolita con restos de vela y regalarla a la niña que vino al parque. Comprar el libro de un escritor nuevo, entregar una planta que vivirá más de una temporada. Llevar a alguien hasta la estación del metro. Regalar lo intangible e importante. De eso también se trata este tiempo.

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