Publicidad

Regalo de reyes

Reinaldo Spitaletta
07 de marzo de 2008 - 10:51 p. m.

A la muerte de alias Raúl Reyes se le perdió la gracia. Y el término “gracia” lo uso haciendo caso omiso, por ejemplo, del poeta inglés que decía “la muerte de cualquier hombre nos disminuye”, porque aquí, en este país de miserias y locuras sin fin, la muerte de cualquier hombre, por ejemplo, un campesino, un líder sindical, no disminuye a nadie, sino, en muchos casos, le aumenta el patrimonio...al victimario.

Digo lo de la gracia porque resultó peor el remedio que la enfermedad. Y todo por el gobierno colombiano seguir a la letrilla las instrucciones de los norteamericanos, y más que de éstos, las de su gobernante, el mismo que va perdiendo la guerra en Irak (planeada para 30 días). El mismito de los ataques preventivos y la “exportación de democracia”.

Con la incursión colombiana en el Ecuador, acción que violó la soberanía del vecino país (hasta la OEA, que según el Che Guevara era (¿es?) el ministerio de colonias de los Estados Unidos, lo reconoció), la dada de baja del número dos de las Farc perdió el “encanto”, en particular para Uribe y sus ministros. El platillo y el bombo con los cuales éstos dieron la noticia pasaron a ser pocas horas después un incidente de marca mayor.

Todos sabemos o creemos saber que el Plan Colombia, implantado por Clinton en los días de Andrés Pastrana, es un negocio de proporciones formidables. Sí, el negocio de la guerra, en el cual ganan las trasnacionales, ganan los Estados Unidos, ganan los fabricantes de armas, y pierde el pueblo colombiano. Pobre pueblo. Se acuerdan, por ejemplo, que utilizando el Plan Colombia la misma CIA, a través del peruano Montesinos, le vendió diez mil fusiles a las Farc.

Ese mismo Plan, ahora en su segunda fase, es parte de los intereses de los Estados Unidos (ah, recordar aquí: USA no tiene amigos, tiene intereses) en la región. Geopolítica que llaman. Ahora, a la gringada solo le queda, en América del Sur, como punta de lanza, a Colombia. Ya se sabe: Uribe patrocinó la aventura militar estadounidense en Irak y sigue esperanzado en la suscripción del Tratado de Libre Comercio con Bush, un tratado que no está en términos de igualdad.

El caso Reyes internacionalizó el conflicto armado colombiano y ha puesto en evidencia que, al menos en lo inmediato, la región se ha convertido en un hervidero, en el cual se notan presencias de discursos y actividades propias de los Estados Unidos, sobre todo después del 11 de septiembre de 2001. La actitud colombiana, que no compromete al pueblo colombiano, víctima de todas las violencias, parece ser una suerte de prolongación de la política exterior norteamericana.

Es fama el irrespeto de los Estados Unidos al derecho internacional. Lo de Irak es una de las muestras de su largo prontuario de intervenciones e injerencias en los asuntos internos de las naciones. Para ellos no existe la soberanía de los otros, y menos en tiempos, según ellos, del “terrorismo”, de los “ejes del mal” y del mesianismo de Bush. Es como revivir aquello del “destino manifiesto”.

De acuerdo con esa creencia imperial, “Dios eligió a los Estados Unidos para ser una potencia política y económica, una nación superior”. Y, de veras, se han tomado en serio esa barrabasada. Desde Teddy Roosevelt hasta míster Bush. Están llamados a llevar la “civilización” y la “libertad” a otros pueblos. No importa si en ello tienen que invertir muchas bombas, napalm y mercenarios.

Los intereses yanquis no han terminado en América del Sur porque en varios países haya gobiernos opuestos a su política. Ahora, intentan una recolonización en la región y para ello hay que provocar incidentes y tener aliados en la zona, que le permitan también el “juego sucio”.

Es sabida, de otra parte, la oposición del gobierno colombiano a reconocer la existencia de un conflicto interno y, en consecuencia, a darle curso a un acuerdo humanitario. Las circunstancias actuales permiten, de nuevo, llamar a la solución política de una situación de guerra que ya lleva más de cuarenta años y en la cual el más perjudicado ha sido el pueblo de Colombia.

En una sociedad que clama contra todas las violencias, que acaba de realizar una marcha contra la violencia paramilitar, contra la barbarie de los mancusos y los castaños, de los donbernas y jorge cuarentas, contra ese retorno a lo salvaje, es necesario resolver las contradicciones por las vías de la negociación. Y ello excluye, entonces, la violación a territorios extranjeros.

Y volviendo al principio. La muerte de cualquier hombre, en efecto, nos disminuye a todos. No es solo un asunto de poetas, que, en rigor, son tal vez la única prueba de nuestra humanidad. Los animales no hacen la guerra. Pero el caso de Reyes, que tenía tanta “gracia” para el gobierno colombiano, comprobó una preocupación mayor: el conflicto colombiano es internacional.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar