Reinventarse los reinados

Catalina Ruiz-Navarro
01 de agosto de 2018 - 08:00 p. m.

Hace unas semanas la activista afrofeminista Sher Herrera llamó la atención sobre la ironía racista de que la ganadora del certamen Señorita Afrodescendiente fuera una mujer blanca, Ana Rueda, una modelo santandereana. El reinado está organizado por la modelo y empresaria Belky Arizala y comenzó como una acción afirmativa para desestigmatizar los cuerpos de las mujeres negras y darles visibilidad y oportunidades profesionales en el modelaje. Sin embargo, explica Herrera, desde sus inicios el reinado estaba lleno de barreras estructurales para las modelos negras. Herrera habla de su propia experiencia: cuando alguna vez quiso participar, no pudo porque la cuota de inscripción era muy alta, y esto seguro les sucedió a muchas otras jóvenes modelos negras. Por otro lado, dice Herrera, los patrocinadores del reinado no tienen líneas de maquillaje para mujeres afro, y seguramente todas estas barreras se han ido sumando hasta llegar al punto en el que las candidatas de piel negra son minoría en el certamen y una rubia platinada es elegida como ganadora. Todo justificado con la excusa de que “todos somos afrodescendientes”, una verdad de facto que sirve para invisibilizar la discriminación que viven las personas racializadas.

“Claro que en el sentido estricto de la palabra serían afrodescendientes, pero: ¿acaso soy yo blanca por tener un abuelo blanco? ¿Acaso yo soy de la comunidad indígena wayúu por tener una tatarabuela wayúu? Más importante: no necesito asumir una identidad indígena para apreciar y respetar las cosas positivas que esas personas y esas culturas aportan a nuestra sociedad, pero tampoco tengo el derecho yo de ser representante de las wayúu”, dice Herrera y concluye: “El daño que causa la apropiación de Señorita Afrodescendiente por parte de mujeres blancas mestizas es doble: nos quitan el espacio y hacen como que el racismo no existe”.

Ante las más que justificadas críticas enunciadas por Herrera y respaldadas por muchas mujeres negras surgió uno de esos argumentos tipo “abogado del diablo” (que paradójicamente suelen ser en defensa de las narrativas hegemónicas): si las mujeres de piel blanca no podemos concursar en un reinado de mujeres afrodescendientes, ¿por qué una mujer trans sí puede participar en un reinado de belleza ordinario? La pregunta se refiere puntualmente a Ángela Ponce, una mujer trans que acaba de ser elegida Señorita España y representará a su país en el reinado de Miss Universo.

Las dos situaciones parecen análogas, pero no lo son. Para empezar el reinado de Miss España es un reinado en donde se elige a la mujer española que mejor cumpla con un estricto estándar físico. Los reinados de belleza son competencias en donde varias candidatas compiten para ver cuál es la que mejor se ajusta a unos parámetros de apariencia tremendamente específicos. Como todos los cuerpos de las personas son diferentes, cualquier mujer que quiera participar en un reinado de belleza deberá modelar su cuerpo mediante cirugías y ejercicios para acercarse al estándar. La belleza, y particularmente la belleza de la reina de belleza, no es un azar natural, si así lo fuera todas las que se han puesto tetas o se han hecho la nariz tendrían prohibido participar. Esta “belleza” es una performance que requiere mucho trabajo y disciplina y, en el peor de los casos, obediencia y docilidad. El estándar de 90-60-90 no prescribe sobre los genitales, los órganos reproductivos o la composición cromosómica de las personas, y dado que las mujeres trans son mujeres —el epíteto es innecesario si no es para definir una postura política—, no tendrían por qué ser excluidas de un reinado de belleza y menos si son las mejores en representar ese difícil performance. Las mujeres trans no les quitan oportunidades ni pueden llegar a invisibilizar a las mujeres cisgénero. Nosotras llenamos todos los espacios que pueden ocupar las mujeres gracias a la injusta ventaja que nos da el hecho de que nadie cuestione nuestra identidad de género.

En Señorita Afrodescendiente ocurre exactamente lo contrario. Las mujeres negras no pueden levantarse un día y asumirse blancas bajo el lema de “todas somos mestizas”, no pueden desprenderse de su color de piel. En cambio, nuestra sociedad, con un arduo trabajo, sí puede desprenderse de sus prejuicios racistas que se notan de forma muy evidente en “la industria de la belleza”, que es en esencia un proyecto de blanqueamiento. Las mujeres que en Latinoamérica somos vistas como blancas, las mujeres cisgénero, tenemos privilegios sobre las mujeres trans y racializadas, tenemos los espacios, la visibilidad, las oportunidades profesionales. No podemos hacer una crítica al poder masculino si en nuestras prácticas feministas reproducimos otras formas de discriminación como el racismo y el cisexismo. Los reinados de belleza son instituciones altamente cuestionables, pero la crítica debe ser a la institución, no a las mujeres participantes; sin duda están lejos de ser perfectos, pero serían menos malos si fueran sensibles a la interseccionalidad.

 

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