Reivindicar la Política o caer al precipicio

Luis Carvajal Basto
20 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

Las lealtades en nuestra política duran hasta que se empieza a terminar el presupuesto o los periodos, lo que ocurra primero, pero  ¿Satanizando  partidos e instituciones se solucionarán nuestros problemas? Es un camino seguro hacia la desinstitucionalización. Para muestra, nuestra hermana Venezuela.

La política real en Colombia vive un instante de “interinidad”, por cuenta del desprestigio en la ciudadanía y  expectativas de las investigaciones sobre corrupción. Desde una visión optimista, puede ser el mejor momento para cerrar el abismo entre políticos y  opinión que unos no quieren ver y a otros no les importa, salvo en momentos excepcionales, como el que vivimos, o en vísperas de elecciones.

Nadie  imaginaba que en trance de superar el conflicto con las FARC viviríamos una etapa  tan compleja con:1) una difícil coyuntura económica con un bajón en el crecimiento auspiciado por la caída en el petróleo y, luego, por la asfixia que generaron las tasas de interés, 2) La profundización de una estéril polarización política que tiene al país dividido frente a temas de Estado y, 3) Notorios hechos de corrupción convertidos en insumo de las  presidenciales.

La pugnacidad se mantiene, como si nada ocurriera, mientras la pérdida de credibilidad  nos sigue carcomiendo. Una vez “descubierto” que, en términos de rendimiento electoral, emociones y sentimientos pesan más que razones, por cualquier ruta posible se sigue tirando gasolina a la hoguera, estimulando un espiral inagotable que tomará impulso en este año preelectoral. ¿Tácticas? ¿Estrategias? ¿Propuestas? ¿Ideas? Eso ya no se discute. Es más rentable canibalizar.

El síndrome Odebretch ha afectado a los dos sectores enfrentados, primero a la campaña de Zuluaga en 2014 y luego a la Santos en su primera elección. Si revisamos en detalle la financiación de la política en la segunda mitad del siglo pasado y lo que va de este, los resultados serían muy parecidos, pudiéndose concluir que recibir plata de empresarios ha hecho parte del paisaje, debiéndo aclarar que, en lo que va de Odebretch, la violación de topes, una infracción, es diferente a  recibir o dar sobornos a cambio de contratos. 

Como no se recuerda en el pasado reciente, la agenda  del Congreso y la clase política, desde que estalló el escándalo, pareciera  a la expectativa de lo que pueda suceder. La reacción natural de Contralor, Fiscal y Procurador, una manera de anticiparse a informaciones que puedan sobrevenir  y que hasta ahora se administra en pequeñas dosis, tiene en jaque a los actores políticos. Mientras el Fiscal llego advirtiendo, desde su primer viaje a los Estados Unidos, que podríamos tener extradiciones por cuenta de la corrupción, el Contralor ha tocado los más altos círculos con la anunciada investigación de Reficar.

Aparte del morbo y las pasiones que aprovecha cada quien para atizar la hoguera, vale  considerar una explicación más racional sobre lo que está ocurriendo. Y una puede ser la manera como funcionó una democracia que no salió indemne de la guerra influenciada por el narcotráfico ¿Cuál fue la hora en que se encareció la política para convertirse en fundamento de la corrupción? Seguramente antes de que los representantes del pueblo  sintieran temor de  visitar funcionarios  haciendo gestión a nombre de sus electores para no resultar vinculados a alguna investigación. En eso, desafortunadamente, estamos.

Seguir despotricando no resuelve nada ni dejarnos avasallar por el morbo interesado que busca resultados electorales. Quienes apuestan así suponen que la cosa no se resolverá en los tribunales si no en las elecciones, a base de pasiones. Ante eso, no podemos renunciar a la esperanza de la buena política, aunque ahora mismo esté convertida en costurero televisado con buen rating y amenaza de sanción penal.

@herejesyluis

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