El sionismo siempre ha negado los derechos nacionales del pueblo palestino. Decir —como lo afirma Marcos Peckel— que la “mayoría de las organizaciones sionistas apoyan [a los palestinos]” equivale a decir que el violador se solidariza con su víctima.
El sionismo es una ideología racista, que llama al odio y que coloniza Palestina, a la vez que se presenta, mentirosamente, como la representación máxima del judaísmo.
Desde su nacimiento a fines del siglo XIX, el sionismo fue rechazado por buena parte de las comunidades judías europeas —especialmente alemanas—. Ese rechazo teológico sigue parcialmente hasta hoy.
Para la materialización de sus aspiraciones políticas, el sionismo propuso Europa Oriental, África e incluso Argentina como alternativas para la creación de su Estado. Palestina no era una opción primaria, toda vez que la peregrinación o incluso el establecimiento allí era permitido al judaísmo, siguiendo las reglas del Imperio Otomano.
Por ello, judaísmo y sionismo caminaron por separado, más aún cuando las diferentes bandas del sionismo —Hágana, Stern e Irgún— se ensañaron contra la población civil en Palestina. Fue justamente este terrorismo sionista el que hizo que Albert Einstein y Hannah Arendt —ambos judíos— tomaran distancia del movimiento, acusándolo de “gente criminal y engañadora”.
Hoy hay millones de voces judías contrarias al sionismo; no obstante, en su usual manipulación, líderes sionistas rebajan a sus opositores a una “minoría”.
Peckel recurre al refrito de la “democracia israelí” y los “derechos de los millones de árabes palestinos de Israel”, pero la realidad es otra. Israel se define como un Estado exclusivo para los “judíos”, a la par que tiene casi medio centenar de leyes discriminatorias hacia los palestinos de Israel. De nuevo un engaño; el sionismo niega categóricamente cualquier derecho a los palestinos dentro y fuera de Palestina.
La ocupación israelí de Palestina busca sencillamente borrarla del mapa, como quedó evidente en las manifestaciones de xenofobia de la semana pasada donde jóvenes sionistas gritaban “muerte a los árabes” a la par que incendiaban casas palestinas en Jerusalén. ¿Cuando Israel echa de sus casas a los palestinos de Sheikh Jarrah está “protegiendo sus derechos”, como afirma Peckel? Hasta la CPI considera el sionismo una amenaza a la paz mundial e inició serias investigaciones por crímenes de guerra. No obstante, en su columna, Peckel piensa que asesinar niños, jóvenes y ancianos palestinos, robar sus tierras, tradiciones e historia, negar el derecho palestino al retorno, obligar a los palestinos a pagar para que Israel derribe sus propias casas o en general negarle a Palestina su derecho a existir es hacerle una especie de bien.
Por último, es pertinente explicarle a Marcos que el hinduismo no es “igualmente un pueblo con una religión”. Hay una diferencia elemental entre ser indio —de la India— e hindú —practicante del hinduismo—. Otro desatino en su loca búsqueda de una comparación para igualar —fallidamente— a judaísmo con sionismo.
Luis Alexánder Montero M. Asesor político, Embajada del Estado de Palestina en Colombia.
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