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El peor error del exsenador Ómar Yepes Alzate fue haber endosado el caudal electoral, construido durante mas de 40 años a base de liderazgo con obras de desarrollo y progreso, reconocido en todos los municipios, corregimientos y veredas de Caldas, a su hermano Arturo.
Para ser dirigente de los demás y poderlos representar dignamente en corporaciones legislativas y poderes centrales, se requiere en primera instancia ser líder de sí mismo, estructurando planes y programas de desarrollo en favor de las comunidades, que son las que en últimas sufren los rigores del desgobierno.
Lamentablemente, el actual representante Arturo Yepes Alzate —con aspiración reeleccionista— no reúne las anteriores calidades: ni intelectuales, ni morales, ni humanas, puesto que su principal fortaleza está en decir mentiras y engañar a sus seguidores, prometiéndoles lo divino y lo humano a sabiendas de que no lo puede cumplir.
Pero lo más grave de dicho señor está en arrebatar documentos oficiales —originales— con la promesa de adelantar diligencias, para luego desaparecerse con ellos y jamás poner la cara para explicar lo sucedido; este comportamiento, además de delictivo, ha causado enorme detrimento: comercial, moral, social y económico a la persona que se los entregó en el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, en presencia del doctor Rubén Darío Lizarralde —ministro del momento—, de su hermano Ómar Yepes Alzate y del jurista doctor Jesús Andrade; a la fecha y después de más de tres años de ocurridos los hechos, no ha sido posible que dé una explicación sobre qué hizo con los documentos originales, para la importación de 3.000 toneladas de arroz procedentes de Perú.
Como si fuera poco, con motivo de la primera columna publicada por Eje 21, sobre el frágil comportamiento del señor Arturo Yépez Alzate, nos han llegado, quejas de varios municipios y veredas de Caldas, que es nuestra obligación moral como columnista de medios de opinión denunciarlas ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes y de la Corte Suprema de Justicia.
La actividad política es un apostolado tan serio y riguroso que quien pretenda conducir las comunidades por los senderos del desarrollo y del progreso debe ser persona íntegra, sincera y honesta; eso de comprometer su palabra con obras y planes de desarrollo que solo están en su imaginación es burlarse de las necesidades de sus electores, que después de la contienda electoral y aportar el voto por el candidato de marras todo se queda en veremos, lo que a mi juicio y de conformidad con varias propuestas presentadas para las reformas políticas es un comportamiento que equivale a estafa colectiva.
Lamentablemente, en la actividad política, suelen colarse muchos charlatanes de la talla del actual representante a la cámara Arturo Yepez Alzate; tiene a su favor tantas volteretas que sus posibles votantes están más que mareados y arrepentidos, puesto que si lo hacen es por ser incondicionales del “yepismo”, orientados por su hermano el exsenador Ómar Yepes Alzate que, si bien tiene a su favor un inventario de obras en casi todos los municipios, corregimientos y veredas del departamento de Caldas, se equivocó de cabo a rabo endosando el caudal electoral a su folclórico, indelicado e irresponsable hermano Arturo.
He aquí un claro ejemplo del creer que la actividad política puede convertirse en empresa familiar, donde todos disfrutan, gozan y devengan, pero nadie es responsable de las malas acciones de quien hereda el caudal político del máximo jefe de la contienda familiar.
De acuerdo a como van las cosas con el nefasto Arturo, el 11 de marzo, día de las elecciones parlamentarias, oficiará de sepulturero del yepismo, movimiento político conservador que por más de 40 años gobernó a Caldas.
Un réquiem por el yepismo y una corona de laureles en señal de agradecimiento al doctor Ómar por los favores recibidos de todas las comunidades de Caldas; con la clara recordación: los liderazgos no son eternos, hay que saberse retirar a tiempo, o vendrá el desenlace final y doloroso, con el tañido de las campanas que invitan a los funerales del final de la contienda.