Horizontes

Respeto a la individualidad de ser

Ana Milena Muñoz de Gaviria
19 de abril de 2018 - 05:20 a. m.

Ser parte de una familia política implica respeto, tolerancia a la diferencia y a las posiciones de cada uno, pero también solidaridad. Como seres individuales, cada uno tiene su propio pensamiento y cada uno se ha formado a través de sus vivencias, educación y lecturas con la que se construyen las ideas. Por supuesto hay coincidencias en muchos puntos ideológicos y acciones, pero también hay diferencias.

La vida publica me tocó vivirla joven, a los 30 años, y desde ese momento supe que estar en la vida publica lo convierte en una persona pública, con gente que está de acuerdo o en desacuerdo con lo que uno hace, a veces injustamente y otras veces sesgadamente. Alguien dice esto o aquello y muchas veces no es la verdad completa, omiten información. Hoy se puede informar y existen otros medios, la gente está más expuesta a la verdad, pero también a la falsedad. Por ejemplo, cuando se creó la Fundación Colfuturo, que envía los mejores estudiantes a las mejores universidades del mundo mediante beca-crédito, cuestionaron que la plata aportada por el sector privado era por favores, y a pesar de las críticas, se continuó. Hoy ese programa ha educado a más de 13.000 talentosos estudiantes que contribuyen al desarrollo económico y social y a mejorar la competitividad de nuestro país. Considero el poder para PODER hacer cosas por la gente.

La verdad pública entonces puede ser relativa, pero el individuo tiene certeza de su verdad, de sus hechos, de sus posiciones, interpretarlo es relativo y puede ser lejano a la realidad. Acepté ya hace unos años escribir para El Espectador con la idea de hablar sobre temas del país dando mi opinión en forma honesta y constructiva, y proponiendo soluciones y temas que se tengan en cuenta en la agenda publica. Y, por qué no, en otros casos, cuestionando y asumiendo posiciones sobre temas delicados. Hoy efectivamente hay más instrumentos de difusión y la sociedad está más expuesta.

Pensar que mi pensamiento es el de mi familia, que no tengo identidad ni posiciones, es un exabrupto, e igualmente es una forma machista y retrógrada decir que la esposa tiene que pensar igual a su marido. Por supuesto puedo coincidir. El país y el mundo cada vez más polarizados tienen todavía personas en el pasado; las mujeres piensan por sí mismas. Igualmente, hay personas que todavía se debaten en los extremos: dependencia o independencia, blanco o negro, derecha o izquierda. Hoy en el debate político hay otras posiciones: sí al aborto, sí al matrimonio igualitario, sí a la adopción de niños por parejas del mismo sexo, sí a combatir la violencia con programas sociales, sí a un desarrollo económico con incentivos acompañados de desarrollo social. Sí a la industria petrolera con limitaciones y simultáneamente sí al aguacate y otros desarrollos agrícolas. Sí a mayor presencia del Estado en las regiones, más con programas sociales e instituciones civiles que militares. No a subsidios totales, el copago es importante. Sí a priorizar los derechos, no hay con qué pagarlos todos. Los recursos no son ilimitados, no todo es posible. No al modelo venezolano. Y llegará un nuevo presidente y habrá coincidencias, pero habrá diferencias y mi tarea objetivamente es decir lo que pienso.

Ese es mi trabajo como columnista. Leía: “escribir es exponerse”. Y así lo asumo, pero es mi pensamiento el que está ahí. Tengo mi propia identidad, mis propias ideas, si hay coincidencias bien y si hay diferencias, también. Pero ante todo debe haber respeto a la individualidad de ser.

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