Atalaya

Responsabilidad cultural

Juan David Zuloaga D.
02 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

Hace unos días suscitó cierto revuelo en las redes un publirreportaje a una conocida firma de abogados del país que apareció en El Espectador. Pese a que se aclaraba, en la edición impresa y en la digital, que se trataba de una nota pagada por la parte entrevistada, no faltaron voces acaloradas de protesta.

Estoy seguro de que muchas de esas personas que reclamaban (y reclaman) un periodismo serio, riguroso, profundo, objetivo e independiente no están suscritas a ningún periódico o revista cultural del país, aunque tengan la buena costumbre de leer sus contenidos. Respondió con mucho acierto Fidel Cano, en su comentario semanal titulado Redacción al desnudo, que harían muy bien esas voces de protesta en apoyar la causa de un periodismo serio e independiente contribuyendo con una suscripción para que quienes viven o intentan vivir de ese viejo oficio tengan un salario digno.

Invitación similar volvió a hacer Andrés Hoyos a su lista de contactos de correo electrónico para que nos suscribamos a El Malpensante y no dejemos naufragar un proyecto encomiable que ha sabido superar tantos escollos durante más de 20 años. Semanas atrás, en su columna de los miércoles, hizo un llamado a los filántropos del país para que apoyaran la cultura. A juzgar por el correo posterior, filántropos en Colombia nos van quedando muy pocos.

Abundan hoy en las empresas los discursos de responsabilidad social y de responsabilidad ambiental, muy oportunos, claro, en nuestro tiempo. Pero, tristemente, ha ido dejando de lado el mundo empresarial el apoyo a la cultura y el mecenazgo que en otro tiempo ejercieron con decoro y en ocasiones con generosidad. Y es una lástima porque tan importante como un ambiente limpio y un entorno social saludable es tener un medio cultural vigoroso, pues también éste brinda bienestar y sana, y nos regala siempre una porción de entusiasmo y de felicidad.

Por estos días se celebra la Feria del Libro de Bogotá y en ella constatamos que, pese a los profetas de las nuevas tecnologías, perviven aún ciertos entusiastas de los libros impresos. Ellos hacen su tarea en el mundo de la cultura. La cuestión es saber cómo llegamos a los otros. A aquellos que, aun teniendo las posibilidades, no ejercen ningún tipo de mecenazgo ni apoyo cultural (no compran libros, no leen periódicos, no van al cine ni al teatro, no visitan los museos ni mucho menos compran obras de arte…). Quizás en esa misma feria del libro a la que se acercaron para llevar a sus hijos encuentren una buena oportunidad para aportar su granito de responsabilidad cultural; quizás se acerquen a preguntar por la suscripción a este periódico y a aquella revista y tal vez se sorprendan de que tienen precios asequibles y razonables, y de que ofrecen contenidos excelentes. Y si no leen, pueden ceder la suscripción al primo desempleado o al sobrino pobre que sí leen y que lo agradecerán. Y así, con un gesto, harán dos buenas acciones: la de beneficencia y la de responsabilidad cultural.

@Los_atalayas, atalaya.espectador@gmail.com

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