Agradezco el envío de su carta que he leído con cuidado. Es un ejercicio útil. El diálogo debe ser la guía de las acciones de los colombianos.
Comienzo por lo que ha resultado más llamativo de su misiva. La iniciativa de hacer públicas las declaraciones rendidas ante la JEP es afortunada. Y la respuesta positiva de ese organismo me parece que genera un escenario muy provechoso. No solo alienta la discusión informada sino que libera a los ciudadanos de la tiranía de las filtraciones. En el plano teórico, a diferencia de la justicia ordinaria, como la transicional se basa en esquemas de cooperación, el levantamiento de la reserva contribuye a ese fin.
Reconoce usted que he sido repetitivo y hasta obsesivo en reclamar también conductas iguales de otros victimarios. Para mí, un elemento central de la justicia transicional se deriva del reconocimiento de otros responsables, distintos a las extintas Farc. Y no solo eso. El manejo judicial de los hechos del conflicto debe hacerse de manera integrada, aunque existan particularidades. Eso fue lo que pactamos y cualquier intento de desvertebrar la JEP no solo violaría el pacto sino que significaría un error enorme. Un eslabón de nuevas violencias.
En cambio, permítame discrepar de algunas de sus afirmaciones.
No he caído en ninguna trampa mediática. Mi primera preocupación surgió del comunicado oficial de su partido a raíz de declaraciones de Sandra Ramírez. Allí se dijo que “la decisión final sobre las responsabilidades y el cumplimiento de los compromisos corresponde a las instancias creadas por el Acuerdo”, frase que aunque en su literalidad es cierta, en el contexto de la situación, en medio de declaraciones que negaban hechos protuberantes, indicaba una línea clásica de defensa frente a la justicia ordinaria. Lo convenido en La Habana se mueve sobre la base firme de la cooperación activa, la verdad y la reparación de quienes concurran a la JEP. De otro lado, no filtraciones sino declaraciones expresas de la cúpula de su partido generaron mis preocupaciones.
No encuentro contradicción entre mi alerta del 8 de junio, cuando afirmé que “el problema de fondo en Colombia hoy, y es lo que está en riesgo, es la concepción tolerante, abierta y pluralista de la Constitución del 91. Y de ahí se derivan acciones contra el Acuerdo de Paz”. Francamente no entiendo su argumento. Precisamente el llamado que muchos hicimos, para que todos los responsables asumieran la tarea activa de la verdad y el reconocimiento, estaba dirigido a evitar la erosión del Acuerdo en medio de un clima adverso como el que hemos padecido.
Termino aprovechando esta discusión cordial para celebrar que usted mismo y algunos de los miembros de su partido han brindado declaraciones muy positivas en términos del reconocimiento de la verdad y responsabilidad, y han enviado un mensaje solidario a las víctimas. No tuve reticencia alguna al aplaudir ese hecho de inmediato. Como tampoco se me escapa el significado de que las Farc fueron el primer grupo guerrillero que, bajo el Estatuto de Roma, se sometió de manera voluntaria y pactada al examen judicial de su conducta. Este hecho histórico es el que tenemos que preservar, estimado Rodrigo.
Coda. Invito a seguir la Conferencia Internacional de Paz el sábado 26. Facebook Live, YouTube y La Línea del Medio.